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NV1574672 · M
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Los pasos de Nevan se detuvieron antes de salir de la tienda, girándose un par de grados para apreciar la reacción conflictiva que tuvo Phyllis. Fue en ese momento que el joven guerrero apreció la magnitud de la lealtad que poseía la caster. Los labios se le separaron como si quisiera decir algo al respecto, pero todo ese tema que envolvía su marca era un problema que sumergía en aguas profundas a cualquiera.

Lo tendré en cuenta.

Falló en su comunicación. Terminó por abandonar la morada de Phyllis, poseyendo una carga de culpa ante la traición que generaba entre sirviente y amo. Tenía tiempo para buscar una solución. Lo arreglaría. Él lo sabía.
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—E-Espere... —Phyllis estiró el brazo como si buscara atraparlo antes de que se fuera de manera definitiva; empero, no lo rozó ni con la punta de sus dedos, sino que detuvo el avance de su intento a medias— Yo no puedo ocultarle secretos a mi ama. Va contra todo lo que se me ha enseñado —se levantó nuevamente de su sitio y miró fijamente al hombre. Estaba contrariada, el secreto no era propio pero sin duda alguna le incumbia a Lúnisse, pues ella estaba enamorada del guerrero al que ahora seguían.

—Es que —llevó ambas manos al ala ancha de su sombrero y tiró apenas del mismo mientras su semblante denotaba contrariedad—, creo que es importante respetarlo... Yo no diré nada, pero por favor, intente contárselo a ella también. Se lo ruego.
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Prefería no dejar su adiestramiento en las artes mágicas a un tercero que no conociera de nada. Poner en riesgo su persona era innecesario.

Evidentemente, me gustaría que el conocimiento sobre la marca quedara entre nosotros.

Quizá no era necesario remarcar esas palabras, pero desconocía el pensamiento de Phyllis. Pocas veces cruzaban palabras desde que ella y Lúnisse se unieron a él, pero nunca era demasiado tarde para estrechar una relación.

Y agradezco que me brindes tiempo para enseñarme.

No volvió a colocar la armadura en su sitio, pero sí enredó un trozo de tela rojiza sobre el antebrazo para ocultar la impúdica marca. Ya no tenía más asuntos que atender, por ello se levantó y agradeció con una noble reverencia. Su sangre real seguía ahí sin importar el tiempo.

Ten una agradable velada, Phyllis.
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Tragó saliva y regresó a su propio asiento. Era imposible que Lúnisse supiera de aquello o ya le habría pedido ayuda personalmente. Caster se sostuvo ambas manos y asintió al final. —Yo podría enseñarle lo básico para que no vuelva a ponerse en peligro.
Phyllis mostró su incomodidad cuando su tacon derecho empezó a hacer ruido contra el tapete de madera que solía colocar como suelo de su tienda. El guerrero parecía estarse poniendo cómodo de alguna manera, retirando de su brazo las rmadura que portaba; Caster tontamente pensó que él tenía dobles intenciones con eso. Tal vez pedirle que le puliera la misma pensando que para ella sería un honor por ser una sirvienta u... Otras cosas. Para su sorpresa se encontró con un largo camino de heridas y una charla sobre magia que despertó su interés.

—No soy ni de cerca la mejor maga que encontrará por estas tierras —murmuró con humildad, relajando al fin el semblante frío que siempre portaba frente a él—. Mi sugerencia es que pongamos un anuncio en el próximo pueblo. Alguien más adepto se presentará. Aunque esta última marca... —se levantó y estiró el índice muy cerca de la marca del caos, aunque no la llegó a tocar— Tal vez le ocasione problemas. Lo leí en los manuscritos, lo hace impuro.
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Agradeció el momento que le brindó, asintiendo su cabeza para tomar asiento. Extendió el brazo derecho tan solo un poco, lo suficiente para que pudiera comenzar a liberar las cintas de su armadura fragmentada.

Sé que podrás haber notado que tengo aptitudes mágicas más allá de las comunes, pero nunca he encontrado nadie que me transfiera sus conocimientos arcanos. Mi petición era saber si estabas dispuesta a enseñarme esas artes.

Retiró la armadura de su antebrazo, desvelando esa nívea piel marcada por múltiples cicatrices; heridas de guerra de tiempos pasados. Cada cicatriz era diferente, cada una tenía una historia que cualquiera tendría intensión de escuchar, pero la cuestión no era esa sino mostrar una marca que se había adherido a él tras recitar un hechizo prohibido; la marca del caos. Una señal que representaba impureza.
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La respuesta que caster ofreció fue un minuto entero de silencio. ¿Qué clase de favor sería ese? A Phyllis le costaba mucho trabajo acceder a algo antes de saber siquiera si sería capaz o tendría los deseos de cumplirlo. Tras haber sido adoptada como protegida por la familia real de Lúnisse, algunas de sus virtudes se le habían arraigado; el honor era una de ellas.

—Tome asiento —Phyllis señaló un pequeño banco del otro lado de la tienda que habitaba. Quería que su ama se sintiera orgullosa y tranquila con la relación de su sierva y su futuro esposo, así que no había más remedio que acceder y hacer todo para cumplir las expectativas. —Escucho. ¿Qué quiere que haga?
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Negó con un movimiento de su cabeza. Nevan sentía que existía resentimiento por parte de la mujer y eso llegaba a incomodarlo de forma en que su cuerpo permanecía en constante tensión. No sabía que cruzaba por esa cabeza y no podía sentirse completamente seguro en confiarle su espalda, por ello se vio interesado en enlazar una conversación que ayudara a calmar esas llamas que se vislumbraban atreves de la mirada.

No estaba buscando a Lúnisse. Te buscaba a ti para discutir algunos asuntos y pedirte un favor.
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—... —a Phyllis le tomó unos segundos descifrar si las palabras de Nevan eran un halago o una burla. Caster prácticamente no convivía con él sin que Lúnisse estuviera cerca, ya que no confiaba del todo en el líder de aquel pequeño grupo. Si había llegado hasta ahí en la compañía fue únicamente por su señora y mejor amiga; empero, los nuevos deseos de Lúnisse habían sido que la albina fuera amable con él. No tenía más opción que cumplirlos.

—El sombrero hace al mago, es lo que dicen —lo miró fijamente, aunque sin intención de demostrarle desdén—. Lúnisse-sama se ha ido temprano a entrenar. Si la busca, únase a ella, por favor.
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No serías tú sin esos enormes sombreros.

Intentó ser asertivo con la apariencia; con ese cambio refrescante en el atuendo femenino como su hermano mayor le había dicho tiempo atrás. "Siempre expresa tu asombro a las mujeres, Nevan.", pero quizá su elección en las palabras no fueron las mejores.
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