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Era la primera vez que se observaban, arropados por una intimidad silente y la ausencia de miradas cómplices. Se buscaron con los ojos, esta vez esperando encontrar algo más que una confirmación sincrónica. Descubrió que sus ojos eran en efecto pardos y no marrones. Era pueril de aspecto tanto de lejos como de cerca.

Así es la Reina, pensó, una niña de 36 años.
«Sabía qué era lo que firmaba. No me preguntes por qué, si solo quería morir o si era desesperación. Solo no preguntes...» susurró el recuerdo de Petra.
 

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