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Muy bien —respondió de forma cortante—. Prepara Sidra de Manzana para ambos.

Sin necesitar aclarar que ambas bebidas no eran alcohólicas, Diluc ordenó a Charles, su empleado, mientras rompió con el cruce de sus brazos, al hacerlo escapó un suspiro de sus labios, un asunto demasiado delicado cayó en sus manos, pero prefirió ser "el primero" en enterarse de ello. Todos en la taberna supieron que no debieron comenzar un rumor, no al estar directamente involucrado el millonario.

Con un porte elegante, aunque también fríamente digno, se acercó hacia la mesa donde la foránea halló asiento. Desde la lejanía inspeccionó su aliento, su expresión y hasta se tomó el atrevimiento de abusar de su sensibilidad elemental otorgada por su Visión para notificar que ella no acarrease tal poder, no encontró rastro de esta clase de habilidad, aunque si percibió cierta energía que inmediatamente asoció a los magos del abismo, no hubo lugar para la equivocación debido a su costumbre de lidiar con ellos.

No tardó en confeccionar varias teorías, aunque para refutarlas necesitó primero de hablar con ella.

La cercanía le ayudó a contemplar los detalles de su rostro, lo que pudiesen expresar sus ojos y tal vez, de ocurrir, el intercambio de miradas; la de Diluc fue penetrante, gélida a pesar de haber sido bendito con el control de las llamas, mas no por tal inflexibilidad actuó con prepotencia. Se posicionó a un lado de la silla frente a ella, apoyó su diestra sobre el respaldo de esta, pero no se sentó, siquiera la movió, fue una cuestión de educación, pero también tacto.

— Soy Diluc, dueño de esta taberna. Espero me dejes tomar asiento para hacerte las preguntas que seguramente esperas que te haga —habló directo y comprendiendo que ella entendió su idioma debido a que aceptó ir hasta allí, de haber impuesto resistencia se lo hubiesen mencionado, pero para su suerte no fue el caso, algo que simplificó mucho la interacción.

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