La pequeña gatita volvió a soltar un profundo bostezo y ella pasó sus dedos largos entre las pequeñas orejas.

—Es muy curioso el efecto que provocan los gatos. En un principio pensé en comerme a Nyako, pero... ella es mucho más agradable que los humanos o los demonios—contó mientras arrugaba ligeramente la nariz—, así que no pude hacerlo.

La cazadora desvió su atención hacia las manos de la chica, entornando los ojos al ver las cicatrices.

—Ese es su instinto, es algo que no pueden evitar. Pero, si decidió quedarse contigo, es porque le gusta tu compañía. Podría firmarlo.