La propuesta de Paulette había hecho volver en sí al rey, con respecto a sus planes de hacerse con la Isla de las Maravillas. No obstante, era una información que sí o sí, debía de compartir con la aristócrata, a fin de determinar el punto de vista de ella.
— Paulette... ¿Alguna vez has escuchado las leyendas del origen de la plaga de la Raza Humana? — Le preguntó el monarca, acercándose a su escritorio real y tomando asiento allí y sacando de una de sus gavetas el mapa que una vez llegó a compartirle a Siro en la anterior tregua temporal, buscando una alianza para que ambos reinos pudieran ir hacia aquel lugar. — Este mapa...Indica que, en la Isla de las Maravillas, se encuentra el portal del cual la plaga de la Raza Humana lograba entrar a nuestro mundo...Quiero llegar hasta ese lugar y usar todo su potencial...Así, seríamos más fuertes. Pero...El maldito de Siro nunca quiso aliarse conmigo. Necesitamos a un reino aliado para esto...
Mantuvo la calma ante todo, veía lo exaltado que estaba el rey así que optaría por tomar una actitud serena y mediadora para mantener la cabeza lo más fría posible. Suspiro ante las explicaciones, un ave joven puede tomar acciones muy riesgosas por su inexperticia, por lo que ya solo quedará acatar las consecuencias. Si ya declaración de guerra ya fue expresada, supongo que no hay más que hacer que planear la estrategia. Sobre el chico... Bueno, habrá que darle supervisión para que no se arriesgue más ante la tensión de nuestros reinos. Será bueno comenzar a validar nuestro poder bélico, Ez; validar nuestras ventajas.
— Los confronté a ambos por separado y me confirmaron los hechos. — Respondió el águila monarca a la damisela cisne, desviando su mirada hacia la dirección contraria.
No le importaba en lo más mínimo las razones o circunstancias por las cuales Wilde y Siro tuvieron ese encuentro. Le pareció abominable lo ocurrido: Amantes de distintos reinos en un mismo lecho, un hecho detestable, grotesco y humillante en demasía para el rey de Aeriana y su orgullo como gobernante.
— No te preocupes por el muchacho: Yo me encargaré de él luego... — Agregó a su respuesta, apretando la parte superior de su bastón, mientras ya tenía en su cabeza el duro castigo para el cuervo.
Se sorprendió por lo dicho por el rey, entendía que la ética y principios de cada pueblo podía variar de acuerdo a tradiciones y similares, pero no hubiera esperado algo así de un rey. Entendía la cólera del rey, pero debía poner nuevamente el razonamiento primero y así comenzar a organizar la información para optimizar las decisiones. Eso es muy osado, incluso para alguien como el rey Siro. Ez ¿Donde esta Sir Wilde? ¿Como llegó esta noticia a tus oídos? Tenemos que ser precisos en cada decisión.
— El hijo de puta de Siro arrebató la castidad e inocencia de Sir Wilde, uno de mis protegidos, aprovechándose de nuestra tregua temporal. Ha sido lo más humillante y deshonroso que nos ha ocurrido en el Reino. Por ello, Kalessa debe pagar por aquel acto tan vil y despiadado... — Respondió el monarca, llenándose de cólera de sólo recordarlo y de imaginar todo el sufrimiento y dolor que le causó a Wilde, física y emocionalmente. — ¿Cree usted que no es razón más que suficiente para impedir toda convivencia con ese reino de gente inculta y con un rey desvergonzado como lo es Siro?
La mujer miro por el rabillo del ojo, esperando a que uno de los guardias terminara su ronda par que, una vez estuvieran solos, pudiera relajar un poco el semblante, eso sí, palmeando un par de veces el hombro de su rey y amigo. Está bien, admito que está situación también me pone algo nerviosa, pero sabes que cuentas con todos tus súbditos y amigos. Ahora, dame más detalles de lo que sucedió, quiero saber a qué nos estamos enfrentando, Ez.
— Paulette... — Las palabras de la albina fueron como un trago de agua fresca en medio de un inhóspito desierto, no pudiendo evitar mostrar una sonrisa de complicidad ante ella, siendo este un gesto de completo agradecimiento por su lealtad y gran sabiduría de consejera y amiga de la familia real. — Gracias por el apoyo que me ha brindado todos estos años. El clan de los Cisnes siempre ha recibido todo el respeto de la Corona de Aeriana.
La emoción de sus viajes se le esfumó del rostro al escuchar las noticias que su rey le traía. Lamentables, si, pero incluso estando lejos de casa era conocedora de las tensiones que se estaban formando en ambos reinos, por lo que suspiro y solo asintió. Incluso en la guerra se puede encontrar sabiduría, aunque no es la mejor opción. Sin embargo, sabe que cuenta con mi espada y mi consejo, mi rey. Se acercó solo lo suficiente para colocar su mano en el hombro del monarca, hablando ya como una amiga. Protegeremos nuestro nido, sin duda.
— Esas son maravillosas noticias, Lady Paulette... — Luego de pronunciar aquellas palabras, el monarca lentamente bajó su mirada, ya que no sabía cuál sería la reacción de la aristócrata ante la noticia de la tregua temporal derogada entre Aeriana y el reino terrestre, Kalessa. — Desafortunadamente, nuestro reino está en declaración de guerra contra el Rey Siro y todo su pueblo. El monarca ha humillado vilmente a todos, con sus acciones desvergonzadas en contra de uno de mis protegidos. — Le explicó Ezhno a la noble cisne, manteniendo una seria mirada ante ella, preparado en lo que ésta pudiera responderle, ya sea a favor o en contra de su decisión.
Para mi familia siempre será un honor servirle, alteza. Respondió mientras hacía un ademán de cortes reverencia al rey, mostrando una expresión ir contenía un poco la emoción de su sentir. Mi viaje ha sido muy fructífero, he aprendido mucho sobre astronomía y son cosas que disfrutaré mucho de explicarle, además, mi deseo de conocimiento es para nutrir la sabiduría del reino, para que prospere de mano a su guía.
