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ZhongliMorax · 26-30, M
Alice!
AlicePride · F
Quiero que hoy y siempre tengas un grato día (lo que corresponde a 24 horas). Saluditos, pequeñuela.
SW-User
SW-User thinks you are Champion.
AlicePride · F
AlicePride thinks you are Trustworthy.
JulesClairt · M
[code]La noche; tiempo perfecto para todo aquello que rehúye la luz solar; así se trate de la ruindad humana o de los amantes que buscan resguardo bajo la atenta mirada de Selene, quien lanza su manto argénteo sin miramientos sobre ricos y pobres por igual. Pues nada habrá de escapar a su ojo avizor, acompañada de su séquito perlado, soberana indiscutible de la soberbia oscuridad. Se trataba de una noche fría; de esas que incitan a permanecer a buen resguardo de los tiempos inclementes, lejos de los vientos que azotan sin tregua las calles de la ciudad. Un vago aire a soledad se respira en el ambiente; las arterias de la urbe otrora pulsantes de vida se encuentran vacías, con tan solo los noctámbulos perdidos deambulando en ellas, cada uno con razones tan diversas como los credos de la humanidad. Jules Clairt, declarado trasnochador, se encontraba entre la muchedumbre dispersa que aún daba un espejismo de actividad a las aceras y resquicios bulliciosos de la existencia nocturna. Siempre encontró que el influjo de la madrugada servía para acallar, siquiera parcialmente, sus demonios; y hoy no sería la excepción, presto a que el cigarro pendiente de sus labios pálidos ardiese cual si pudiera llevarse la discordia de sus pensamientos junto con el humo que se perdía, insomne, en el ambiente rayano en lo gélido. El invierno tocaba a la puerta de los hombres.
Ataviado con una camisa negra, jeans de mezclilla azules oscuros y su fiel gabardina de tono café madera por encima del conjunto, el varón hacía resonar sus pasos merced a las botas que llevaba, apareciendo y esfumándose alternadamente a medida que avanzaba entre las luces moribundas, patéticos remedos de la gloria platinada del astro madre. El cabello a tonos grises y blancos ensombrecía parcialmente su semblante, las sombras de sus rasgos acentuadas por el débil resplandor del cigarrillo consumiéndose lentamente a medida que intoxicaba el gusto de su portador. Los céfiros le enrojecían parcialmente las mejillas, pero no por ello él demostraba incomodidad alguna; más bien, parecía estar en su elemento, rodeando de un silencio antinatural en las callejuelas, dado que la mayoría de la gente estaría a buen recaudo dentro de sus hogares. Tiempos como ése eran propicios para esperar la llegada del alba al calor de una chimenea; todo lo contrario a lo que Jules hacía, tan perdido en sus pensamientos como en las callejas demarcadas por los edificios. El hechicero proseguía su marcha sin rumbo, en busca de quién sabe qué azares lunares; bien podría hallar morada en algún bar o centro nocturno, donde otrora el alcohol serviría para estimular su garganta y recuerdos. Pero aún no tenía ningún destino fijo en mente; de modo que se perdía en los vericuetos de asfalto, tan incapaz de dormir como el más acendrado de los centinelas cuidando un precioso tesoro...[/code]
Ataviado con una camisa negra, jeans de mezclilla azules oscuros y su fiel gabardina de tono café madera por encima del conjunto, el varón hacía resonar sus pasos merced a las botas que llevaba, apareciendo y esfumándose alternadamente a medida que avanzaba entre las luces moribundas, patéticos remedos de la gloria platinada del astro madre. El cabello a tonos grises y blancos ensombrecía parcialmente su semblante, las sombras de sus rasgos acentuadas por el débil resplandor del cigarrillo consumiéndose lentamente a medida que intoxicaba el gusto de su portador. Los céfiros le enrojecían parcialmente las mejillas, pero no por ello él demostraba incomodidad alguna; más bien, parecía estar en su elemento, rodeando de un silencio antinatural en las callejuelas, dado que la mayoría de la gente estaría a buen recaudo dentro de sus hogares. Tiempos como ése eran propicios para esperar la llegada del alba al calor de una chimenea; todo lo contrario a lo que Jules hacía, tan perdido en sus pensamientos como en las callejas demarcadas por los edificios. El hechicero proseguía su marcha sin rumbo, en busca de quién sabe qué azares lunares; bien podría hallar morada en algún bar o centro nocturno, donde otrora el alcohol serviría para estimular su garganta y recuerdos. Pero aún no tenía ningún destino fijo en mente; de modo que se perdía en los vericuetos de asfalto, tan incapaz de dormir como el más acendrado de los centinelas cuidando un precioso tesoro...[/code]