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recorrido, sólo para apoyar su mejilla sobre la palma, recargándose. —Eres demasiado bueno. Para todo y todos. No puedo quitarte aquello que te hace ser así. —Soltó un suspiro, muy grande. Hasta ese momento abrió los ojos, levantando el rostro para mirarle, besando suavemente sus dedos. —Pero también eres un tonto ciego. Muy tonto.


| No me di cuenta que se cortó. ;;
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Lo sabía, pero escucharlo fue un golpe mental para el que no se preparó. No podía explicar lo que sentía, sólo lo hacía. Procuró que no se notara, apretando la mandíbula para contener las palabras de su boca, para que los ojos no cedieran a tentaciones y para no soltar un ruido que la delatase. Tenía razón, pero una cosa era decírselo a sí misma y otra cosa escucharlo de él. Volvió a retroceder, por el rugido de su voz. No le temía, sólo... Cerró los ojos unos segundos y cuando volvió a abrirlos, estaban vidriosos. Aún así respiraba muy rápido sin decir nada. Siguió sus movimientos, su mirada, sintió sus palabras y se perdió. «Yo decido qué merezco», pensó. Pero sus deseos y necesidades se contraponían con su realidad.

—Lo sé. —Fue lo único que pudo decir. Estiró uno de sus brazos, deslizando la yema de sus dedos por los anillos del hombre. Curiosa hasta el infinito. Después, los deslizó por el dorso y de vuelta a los tatuajes. Tomó su mano, acercándose los pasos que había r
OpieWinston · 36-40, M
Sacaba el humo del cigarro por sus fosas nasales. El pelilargo la observaba en silencio y descendía la mirada hacia el cigarrillo entre sus dedos, donde se veía más pequeño de lo que era en realidad. Su mirada se fue perdiendo en los tatuajes de sus dedos, en los ostentosos y llamativos anillos que los adornaban; con las siglas de SOA, una calavera, un león.

— Tienes razón. Este lugar no es para ti —le dolieron sus propias palabras, pero era la verdad. Ya explicaría porqué—: Llevarte sólo a mi casa, es todo lo que puedo ofrecerte: Charming. Aquí nací, aquí crecí, aquí tengo a mis hijos, el Club, mi vida entera, ¡aquí voy a morir! —su voz fue casi tan grave como un rugido. Tuvo que suspender el pitillo entre los labios para poder pasarse los dedos por el cabello; largo, castaño, imparcialmente liso y algo grasoso—. Y tú no mereces llevar esta vida.
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Retrocedió un par de pasos. Ahora que estaba de pie, tenía que mirarlo hacia arriba, inclinando el rostro. Superaba la estatura promedio japonesa y aún así el motociclista la superaba por más de treinta centímetros. —Protegerme. —El tono que usó señaló que la pregunta estaba fuera de lugar. Desde que la había encontrado, no había hecho otra cosa más que eso. Malacostumbrándola a todo, incluso su presencia. Apretó los dientes. Podía sentir el muro, no sólo físico, plantándose entre ambos y deseó poder huir de eso también.

Huir era su especialidad.

—No puedo quedarme aquí para siempre. Tampoco en tu casa. —Ladeó los labios, como si estuviese justificando su decisión. No quería explicarle. Era más sencillo repetir el mismo patrón que usó con su hermana. —¿A dónde ibas a llevarme? Mañana, quiero decir. —Probó cambiar el tema de la conversación, retrocediendo un par de pasos más.
OpieWinston · 36-40, M
— ¿Hacer qué? —cuestionó antes de volver a resoplar, apenas la joven tomó el dinero el pelilargo estuvo por ponerse de pie. No era ningún imbécil, reconocía a alguien que estaba por marcharse y fuese el motivo que fuese, le enfureció en sus adentros. Aún así la nobleza predominaba en su corazón, él le había ofrecido su protección, entre otras cosas. No sé habían casado, no podía haberla quedar, no podía hacer mas que desearle el bien.

Se quedó inmóvil para recibir ese beso en su frente antes de ponerse de pie.

— ¿Necesitas que te lleve a algún lugar? —inquirió en lo que guiaba un cigarrillo a sus labios.
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—No puedes hacer esto. —Susurró, mirando los billetes entre sus dedos. Deseó no tomarlos, pero los necesitaba. Dentro de ella algo ardió con molestia, todo contra sí misma. No notó el gesto del hombre, pues estaba distraída acomodando sus cosas. Si lo hubiese hecho, habría tomado la iniciativa. Sin importar cuántas veces le dijera que no. Tomó el efectivo, guardándolo en el bolsillo de su pantalón. —Lo haré. —¿Contaba si decía que lo necesitaba ahora? Otro suspiro. Se dedicó a mirarle el rostro pensativo por unos segundos, estirando los dedos para apenas rozar la barba con las yemas. —Gracias... por todo. —Se inclinó, dejando un beso en el centro de su frente, antes de morderse las mejillas internas y dar media vuelta. No podía seguir ahí o voltear. Él lo sabía.

Volvería. Sólo no sabía cuándo lo haría.
OpieWinston · 36-40, M
Resopló contra sus dedos. Escuchó con atención lo que decía, asintiendo comprensivo y sin indagar más en sus planes. Aunque lo último lo hizo cambiar su expresión, frunciendo el ceño con cierta preocupación—. No. No quise decir eso —intentó explicarse, alargando una mano para coger una de las ajenas, pero la cerró en el aire antes de tocarla. En momentos como ese era cuando lamentaba no ser tan... expresivo. No supo qué más hacer mas que extraer de su billetera cuanto efectivo encontró, y se lo ofreció a la muchacha—. Para lo que llegues a necesitar. Si me necesitas llámame e iré por ti.
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Desvió la vista, por primera vez sintiéndose apenada de hacerlo. Pensó en disculparse, pero la verdad era que no lo sentía. Así que negó suavemente. —No. Mañana haré algo importante. —Le sonrió, apenas perceptible, antes de levantarse llena de resolución. —Opie... ya no pediré tanto, lo prometo.
OpieWinston · 36-40, M
— Pides demasiado —le recordó, pasándose los dedos por la barba. Se quedó meditando por un rato más antes de volver a elevar ma mirada hacia la de a nipona—. Pasaré mañana por ti.
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—Creo que esta es mi parte favorita cuando te abrumo con el montón de cosas que pido. —Murmuró, ladeando la cabeza a la derecha, siguiendo con sus ojos el recorrido de sus dedos.

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