Su afirmación le pareció algo extraña. El hombretón era un ser desconfiado por naturaleza, por lo que discretamente comenzó un análisis de cada gesto que la mujer emitía, especialmente después de la forma en que buscó detrás de su hombro. ¿Acaso alguna banda enemiga la habría mandado a él? Venía armado, en todo caso. Siempre estaba armado. No dijo nada de momento.
— No —su voz era muy grave y profunda. Aún así era un hombre cortés, demasiado cortés con las mujeres. Y entre todo su análisis también percibió la desconfianza de ella por como dudó sobre si aceptar o no su cigarro—. Sólo reunía unas piezas para un auto que estoy reparando —respondió, intentando parecer de un perfil bajo, sobre todo con la desconocida. No la hizo esperar más, del mismo bolsillo sacó un encendedor, de esos baratos que se consigue en cualquier bencinera. Acercó una flama abundante hacia ella—. ¿Estás perdida o algo así? ¿Te puedo llevar a alguna parte?
Cabía destacar que se encontraban a mitad de la nada
—Entonces sí estás solo —su voz carecía de emoción, aunque la duda le invadió por un instante, cuestionándose sus observaciones. ¿Quizás si estaba acompañado? Miró tras su hombro con disimulo, pero no vio a nadie más.
— Hm, ¿estoy interrumpiéndote? —Inquirió, escrudiñando los movimientos del hombre, como siempre, con la guardia en alta. Por eso, dudó en aceptar el cigarro, pero quería mezclarse con las costumbres de aquel lugar, y quizá eso formara parte de la cultura, algo nuevo para ella, la verdad. Beth extendió su brazo para tomar el cigarro que sobresalía, usando su índice y pulgar. — Gracias. Uh... No tengo fuego.
— ¿Viajar? —mantenía el ceño fruncido mientras pegaba una profunda calada a su cigarro. Pegó un vistazo a la mujer de pies a cabeza, si no le reconocía luego de ver las insignias en su chaleco, claro estaba que no era de allí—. Estoy trabajando.
De uno de los bolsillos de su prenda de cuero extrajo una cajetilla de Marlboro rojos, bastó con sacudirla un poco para que de la apertura resaltara la colilla de un cigarrillo.
Volteó en todos los sentidos tras escuchar ese comentario. Cuando no vio a nadie más a su alrededor, se señaló a sí mismo con los dos dedos que sostenían un cigarrillo y frunció el entrecejo. No estaba acostumbrado a recibir ese tipo de "halagos"— Gracias.
