Ella tampoco lo dejaría, en el fondo sabía que no podía hacerlo. Además, ¿qué le harían si lo hiciera? Tal vez le echarían una maldición o algo peor. No podía dejar que otro niño sufriese la negligencia de los de arriba, los semidioses solo se tenían entre ellos a decir verdad.

Cuando se enojaba, decía y hacía todo sin pensar, se le nublaba por completo el juicio y necesitaba o tiempo para bajar a tierra o que alguien la ayude a hacerle ver el panorama mas grande.

Relajó la postura y apoyó su frente contra el volante, respirando hondo. —Lo sé, Eif, lo sé. —Aunque le gustaría que las cosas sean distintas. —¿A quién enviarían tras nosotras? ¿Kai? De seguro se nos uniría. —Se atrevió a bromar mientras limpiaba una pequeña lágrima que escurría por su mejilla.