Limitless. Selene & Gaia, my goddesses ~ [ ROLEPLAY ]
About Me About Me NotesAbout Me
[b][i]Hasta que el brillo de Selene se apague para siempre. [/i][/b]
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La casa Fordwolffen desde tiempos inmemorables ha tenido muy por alto un escudo de plata, los tres lobos alados blancos, de izquierda a derecha, todos son idénticos, el del medio sostiene una rosa azul en sus fauces y el siguiente un relámpago.
Kane Fordwolffen, el garou de un solo ojo.
De lejos pude verlo, se movía como si fuese un fantasma, un velo espectral cubría su cuerpo haciéndolo casi etéreo a la hora de moverse ¿cómo sería posible? Hasta para darle cara se debía alzar el rostro. Era una sombra que pisaba fuerte pero sus pasos no se podían escuchar, contaba con la velocidad de quién no necesita del tiempo, porque el tiempo conspiraba a su favor y a veces, parecía detenerse para que él se moviese en libertad.
Alto, muy alto de pecho ancho y con hombros elevados, la primera armadura estaba hecha a base de músculos tan resistentes como el acero y es que a leguas se notaba que una espada se rompería contra la piel de aquella criatura. Cambió su humanidad totalmente, las uñas ahora serían garras tan afiladas como dagas y brillantes como un diamante, la naturaleza, la Madre Gaia al crearlo no solo pensó en 20 cuchillas bien distribuidas entre manos y pies, sino que también le dio un arsenal que sembró en sus fauces, pues sus colmillos eran símbolos de pesadillas, lugar donde aquél mítico ser se proyectaba tangible y directamente desde las más recónditas leyendas.
Una oreja puntiaguda con la que puede escucharlo todo, algunos hombres rumoreaban que podía oír hasta el pensamiento. Su olfato era una de sus más grandes armas, conseguía oler las sensaciones de los hombres y las mujeres que serían sus presas.
Un ojo... un solo ojo, llameante como brasas del infierno, de color ambar y miel, un charco brillante que adquiría color e intensidad cada vez que se desplazaba y dejaba detrás de él una muy leve estela cuyo fulgor le perseguía de cerca, ese relámpago lupino que nace en su iris que le diferencia del resto.
Esa última armadura blanca, el pelaje que le protege el cuerpo entero y sella al garou como uno de los soldados más fuertes de Gaia y Selene, que le canta al auspicio del guerrero y le ofrece sus victimas, que jamás descansa. Trastoca los códigos de la ética para darle un nuevo sentido a la justicia... y un nuevo nombre, El Diablo Blanco.
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La casa Fordwolffen desde tiempos inmemorables ha tenido muy por alto un escudo de plata, los tres lobos alados blancos, de izquierda a derecha, todos son idénticos, el del medio sostiene una rosa azul en sus fauces y el siguiente un relámpago.
Kane Fordwolffen, el garou de un solo ojo.
De lejos pude verlo, se movía como si fuese un fantasma, un velo espectral cubría su cuerpo haciéndolo casi etéreo a la hora de moverse ¿cómo sería posible? Hasta para darle cara se debía alzar el rostro. Era una sombra que pisaba fuerte pero sus pasos no se podían escuchar, contaba con la velocidad de quién no necesita del tiempo, porque el tiempo conspiraba a su favor y a veces, parecía detenerse para que él se moviese en libertad.
Alto, muy alto de pecho ancho y con hombros elevados, la primera armadura estaba hecha a base de músculos tan resistentes como el acero y es que a leguas se notaba que una espada se rompería contra la piel de aquella criatura. Cambió su humanidad totalmente, las uñas ahora serían garras tan afiladas como dagas y brillantes como un diamante, la naturaleza, la Madre Gaia al crearlo no solo pensó en 20 cuchillas bien distribuidas entre manos y pies, sino que también le dio un arsenal que sembró en sus fauces, pues sus colmillos eran símbolos de pesadillas, lugar donde aquél mítico ser se proyectaba tangible y directamente desde las más recónditas leyendas.
Una oreja puntiaguda con la que puede escucharlo todo, algunos hombres rumoreaban que podía oír hasta el pensamiento. Su olfato era una de sus más grandes armas, conseguía oler las sensaciones de los hombres y las mujeres que serían sus presas.
Un ojo... un solo ojo, llameante como brasas del infierno, de color ambar y miel, un charco brillante que adquiría color e intensidad cada vez que se desplazaba y dejaba detrás de él una muy leve estela cuyo fulgor le perseguía de cerca, ese relámpago lupino que nace en su iris que le diferencia del resto.
Esa última armadura blanca, el pelaje que le protege el cuerpo entero y sella al garou como uno de los soldados más fuertes de Gaia y Selene, que le canta al auspicio del guerrero y le ofrece sus victimas, que jamás descansa. Trastoca los códigos de la ética para darle un nuevo sentido a la justicia... y un nuevo nombre, El Diablo Blanco.