Dulce cual miel. Él le recordaba a todas aquellas cosas del mundo muggle que había disfrutado durante su estancia allá. Era como si la sensación de hogar se hubiese vuelto una persona, para seguirla por allá por donde fuese, de tal manera que no tuviera que extrañar más sus raíces. Se sentía a salvo con él, querida.

—Dímelo más seguido —respondió y se levantó un poco para poder alcanzarle los labios. Ya no eran primerizos, así que a diferencia del roce tímido que se daban cuando habían empezado a salir, Ravenna le ofreció un apasionado enlace en el que buscaría de inmediato el sabor de la saliva ajena al unir sus lenguas en un caluroso vaivén.