[code]No había pasado mucho tiempo de que Hannibal hubiera dejado Inglaterra vagando como era la costumbre. Sin importarle la dirección que sus pisadas le guíaban, el ente caminó durante días sin siquiera molestarse en parar; el cansancio no era problema para él. No había nada que distrajese su mirada del frente, ni pensamientos que arruinasen su caminata.
Aquel día parecía todo igual, se adentraba a un bosque colorido. El día pintaba caluroso; al menos es lo que había escuchado decir a unos trabajadores que cruzó en el camino; más para él todo era igual que siempre. Seguía su camino con pasos firmes, inaudíbles para los mortales, pues parecía levitar. Más algo llamó su atención, una pequeña figura al frente, a tal vez 500 metros. No era la visión perfecta que poseía la que le alertaba, era más bien su olfato, sentía un aroma muy familiar. Guiado por dicho aroma, él continuó caminando acercándose cada vez más a quien lo expedía.
Las hojas caían a su alrededor, mientras sus zapatos no provocaban sonido al avanzar entre las hojas secas. Esa persona estaba ahí, cruzando una pequeña arboleda, detrás de un gran árbol de tronco grisáceo. Pero no se trataba de aquella persona de quien había sentido por vez primera aquella fragancia. Sus obscuros ojos notaron a una chica. Él se encontraba al lado de un árbol observándole en silencio.[/code]
[code]Su larga cabellera entrecubría su pálido rostro. Vestía un traje elegante de color blanco, un poco maltratado por la caminata; se notaban algunas manchas en él. Debajo del saco vestía una camisa de color azul claro y en el cuello un pequeño moño del mismo color que el saco, mientras que en las manos portaba un par de guantes blancos. Su calzado era un par de zapatos negros sin agujetas, un tanto empolvados.[/code]
