Suave y gentil caricia fue obsequiada sobre su mejilla, posando su diestra sobre aquella que acaricia su rostro; disfrutó del tacto como de la presencia de su reina. Por parte del Padre de todo, hizo lo mismo sobre la mejilla de su fiel y bella esposa, quien con tan bellas palabras describía a éste, quien contemplaba a su acompañante de vida.

—Todo este amor, toda esa visión son de tu posesión. Pues si vieran como soy, de nada serviría vivir sin descubrir, pues la humildad y el amor vienen acompañados por la codicia y el temor; el rencor y el perdón. —

Después de unos cuantos besos, se dedicó a admirar y a ver a su amado esposo. En sus ojos se podía reflejar el infinito amor que sentía por él y la suave y delicada sonrisa en sus labios afirmaba lo que sus ojos no podían negar.

Una de sus manos se posó sobre la mejilla de su amado, la cual acaricio con tanta delicadeza y ternura, como si de un gran tesoro se tratase; una delicadeza que solo podía tener con sus joyas y en efecto, con su marido.

— Amado esposo, tan dulce que eres. Si el humano te viera de esta manera... Vaya, que deberían ser como tú. Que al ser un dios, sigues siendo tan humilde y amoroso con todos los que te rodean, pero sforrunada soy de que ese amor más profundo que sientes sea por mi.

Al igual que ella, usó sus brazos para corresponder el abrazo que, de la misma manera fue respondiendo positivamente al pausado beso que ella entregaba. Eran momentos como esos los cuales adoraba pasar con ella, incluyendo los más complicados, pues eran momentos tan calmos que se sentía como cualquier otro hombre humano disfrutando del regalo de la vida y el de tener a una compañera con la cual podía compartir.

— Lo tengo siempre presente, amado esposo.

Sus brazos fueron a rodear el cuello de su amado dios, brindándole un suave y cálido abrazo, donde ella, principalmente se sentía cómoda. Lo miró con amor, dejando de enfocarse en la falta de su ojo, siendo ahora los labios de su esposo el centro de su atención; labios que fue a probar en un pausado, pero amoroso beso.

Se había inclinado un poco para recibir aquel beso sobre el cuenco en su rostro, era extraño, pues sería la primera vez en siglos que aquel espacio vacío recibía tan buen trato como ahora.

—Recuerda Frigg, no es lo que puedes hacer para llenar el vacío, sino lo que ya haces cada día con ese infinito amor el cual confío.—

Escuchó con atención las palabras de su amado esposo, las cuales le llenaron de júbilo al saber que su amor siempre estaba por delante de todo, que él estaba atento a ello y lo bien recibía. Una tenue sonrisa se formó sobre sus labios, sonrisa que le dedicó a su esposo, así como también un nuevo y pequeño beso a esos hermosos labios que tanto adoraba; se sentía ella afortunada de ser su esposa.

— Entonces que ese cuenco vacío se llene del inmenso e infinito amor que siento por ti, amado esposo.

Se puso un poco de puntillas para alcanzar a darle un beso sobre ese cuenco vacío, como si con este mismo quisiera reafirmar sus palabras.

@Fʀɪɢɢ ᴬˢʸᶰʲᵘʳ:
Cerró sus parpados, incluyendo los que mostraban aquella cuenca vacía, pues, a pesar del amor que ella buscaba transmitir, también podía sentir su tristeza con solo sentir tanto en sus caricias como en su mirada. No podía decir nada y contrariar su argumento, era algo inútil discutir con ella, pues sabía de su fuerte voluntad y determinación. Abrió nuevamente sus parpados coincidiendo en el momento en que aquel beso sobre sus labios fue recibido, tras recibir previamente uno sobre su nariz. Correspondió con ternura, moviendo suavemente sus labios en aquel breve instante.

— Dulce esposa mía, cada ser carga su destino, consecuencias y agonía, en las decisiones tomadas cada día. Quieres compensar algo que he dado gustoso, más no te das cuenta que lo que mas te sobra es todo ese amor del que recibo dichoso, en cada caricia, cada mirada y cada beso. —

— Sé que es así... Y por ser tan valiente es que te admiro más. Pero duele ver como falta una parte de ti. Ojalá pudiera compensar eso que te falta y que tal vez a mi me sobra.

Avanzó hacia su esposo, tomando sus mejillas entre ambas manos propias, acariciando las mismas con sus pulgares en un gesto de amor y agrado que quería transmitirle. Un beso dejó sobre la punta de su nariz y en seguida sobre sus labios. No había palabra que pudiera borrar la pena y la tristeza que sentía por él, pero entendía sus razones y las respetaba más que a nada.

— Mi hermosa y fiel esposa, pena no debes sentir; pues mi ojo he dado gustoso al gigante Mimir, es mi ambición e ilusión llenarme de gran conocimiento por lo que no al sacrificio no temo.— desviaría su único ojo funcional hacia aquella que había elegido como compañera de toda la vida, podía ver la angustia invadiendo su expresión y en su mirada aquella tristeza que cualquier esposa sentiría al ver en tan severa condición a su pareja. —Dolor más grande no he sentido desde que sus aguas tocaron mis labios, pues era el dolor de todos los seres: animales, rocas, plantas y humanos, los que alguna vez todos ellos experimentarían.—

— Amado esposo. Aún me sigue doliendo ver esa cuenca vacía. — Le miró con atención, más sin la intención de acercarse mucho. No era que le desagradara verlo de tal manera, solo sentía algo de tristeza al imaginar si le podía doler o no la falta de su ojo.