— Algún día entenderás que ese camino no es el correcto, Ívar... Confío en que la pureza de tu corazón será más fuerte que cualquier anhelo oscuro que tiente tu alma. —musitó con el amor y candor propio de una madre, una que negaba la realidad que ante sus ojos se exponía. Ívar no era sólo un príncipe ambicioso y orgulloso de su origen, lo sabía, y aún así desviaba la mirada.

—Màthair ghràdhaich, tha mi duilich nach eil sinn a ’roinn an aon lèirsinn—... susurro muy quedamente el rubio quien reposaba sobre el pecho de su madre, descansando, o fingiendo solo para disfrutar un poco más La Paz antes de la guerra.