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▫ El día que cayó Nashdag.

La muerte de la Reina era un suceso a que quedaría grabado en la historia del Reino, no sólo por su trágico origen, sino porque ella había vuelto de la muerte.
Esa había sido la voluntad de los Dioses. Y aunque eran largos los años de aquel suceso, el recuerdo era latente, tanto como el dolor. Pero sobre todo, el aprendizaje de aquel error. (...)
 
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Odessa · F
Era la acción, era el motivo lo que dolía... Porque Nashdag lloraba sobre los cuerpos de sus hijos muertos en batalla, y sobre aquellos arrastrados a esta, hombres, mujeres, niños, ancianos e inocentes; todo perecía al clamor del fuego consumiéndolo todo, de la tiranía, de la soberbia y la ambición.

Y ella lo vio todo desde la vulnerabilidad que otorga el beso de la muerte, con las palabras ahogándose en su garganta sangrante.

Y dolía...

Dolía, mas que la herida, mas que la vida yéndose a cuentagotas de sangre, dolía la traición. Algo dentro de su cuerpo se quebró, como las baldosas de los pisos luego de una gran tormenta o como las espadas que sucumben en una batalla ¿cómo había sido tan ciega? El dolor de Nashdag sería su condena, su eterno pecado y más grande error, porque ella misma le había abierto la puerta a la muerte, no sólo la suya, sino también la de su gente.

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