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Odessa · F
Era la acción, era el motivo lo que dolía... Porque Nashdag lloraba sobre los cuerpos de sus hijos muertos en batalla, y sobre aquellos arrastrados a esta, hombres, mujeres, niños, ancianos e inocentes; todo perecía al clamor del fuego consumiéndolo todo, de la tiranía, de la soberbia y la ambición.
Y ella lo vio todo desde la vulnerabilidad que otorga el beso de la muerte, con las palabras ahogándose en su garganta sangrante.
Y dolía...
Dolía, mas que la herida, mas que la vida yéndose a cuentagotas de sangre, dolía la traición. Algo dentro de su cuerpo se quebró, como las baldosas de los pisos luego de una gran tormenta o como las espadas que sucumben en una batalla ¿cómo había sido tan ciega? El dolor de Nashdag sería su condena, su eterno pecado y más grande error, porque ella misma le había abierto la puerta a la muerte, no sólo la suya, sino también la de su gente.
(1/2)
Y ella lo vio todo desde la vulnerabilidad que otorga el beso de la muerte, con las palabras ahogándose en su garganta sangrante.
Y dolía...
Dolía, mas que la herida, mas que la vida yéndose a cuentagotas de sangre, dolía la traición. Algo dentro de su cuerpo se quebró, como las baldosas de los pisos luego de una gran tormenta o como las espadas que sucumben en una batalla ¿cómo había sido tan ciega? El dolor de Nashdag sería su condena, su eterno pecado y más grande error, porque ella misma le había abierto la puerta a la muerte, no sólo la suya, sino también la de su gente.
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