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— Ívar... —musitó tras ver al joven a quien su hijo había marcado con una fuerte herida en el rostro, surcando desde la mejilla hasta la quijada ¿la razón? Un capricho del Príncipe, según los comentarios de sus asistentes—. Puede irse; asegúrense de que sea atendido. —ordenó, y enseguida Magda, su mujer de confianza se acercó a su costado "No es la primera vez, mi señora"

— Lo sé. Es un niño, aprenderá de sus errores. —sentenció la Soberana con tono firme; su amor le hacía desviar la mirada de un hecho evidente, Ívar cargaba consigo una oscuridad que crecía día a día.
 
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Su excusa fue - Él se lo busco.-

No fue un capricho, era la ira al recibir siempre palabras que en vez de desalentarle, más encendían el fuego de su alma.
Mas lo llenaban de pecados, más lo hacían desear lo prohibido.
Tales como "Eres el segundo hijo, jamás serás rey."
"Tu padre también tiene muchos hijos, ni por donde buscarle. Tú destino no es la corona"
"No eres un Aldhar ni nunca lo serás. "
"Tu sangre está corrompida, nunca debiste nacer"
La mayoría de las cosas que escuchaba o decían, eran rumores, habladurías de cierta gente que no merecía vivir en la tierra que era de él.
Por eso a su modo de ver, merecían morir.
Aquel chico se había salvado, ya que al suplircar por su vida, se regodeo en su cara y solo un recuerdo le dejó, porque no debían meterse con nadie de su familia, mucho menos con él.
 
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