▫ Frío... Era lo único que podía sentir desde que habían partido hacía Reykjavík; no era una visita casual o al azar, era el acuerdo implícito para unificar ambos territorios en un futuro. Nashdag y Reikiavik juntos por vez primera, asegurando la paz y conveniencia de ambos poderes. Después de todo, el deber divino de Nashdag era unificar cada raza existente. Aún así tenía una mala sensación; la visita aunque era amistosa, se sentía tensa y a momentos obligada, podía notarlo en las duras facciones de su padre durante todo el camino, o en el refuerzo de seguridad para ese viaje. {...}
por segunda vez, ladeando ligeramente el rostro a su derecha, de donde provenía el sonido con mayor intensidad, anunciándose una presencia de tamaño considerable. Sus manos, que antes gozaban de soltura, ésta vez buscaron actividad, siendo la zurda quien fue a sostener la joya preciosa y sagrada que en su pecho reposaba, mientras la diestra se empuñaba ligeramente al costado de su cadera. Ahí, dio un breve pero profundo trago de aire por los labios, liberándolo en una exhalación antes de hablar.— No hay razones para ocultarse si ésto se trata de un encuentro amistoso, de no ser así... Asumiré que es todo lo contrario.
No hubo respuesta alguna, salvo risillas maliciosas aún en la oscuridad, ocultos entre la vegetación. Para la Princesa de Nashdag aquello fue suficiente para caer en cuenta del riesgo ante el cual estaba, no podría tratarse de {...}