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▫ Frío... Era lo único que podía sentir desde que habían partido hacía Reykjavík; no era una visita casual o al azar, era el acuerdo implícito para unificar ambos territorios en un futuro.
Nashdag y Reikiavik juntos por vez primera, asegurando la paz y conveniencia de ambos poderes. Después de todo, el deber divino de Nashdag era unificar cada raza existente.
Aún así tenía una mala sensación; la visita aunque era amistosa, se sentía tensa y a momentos obligada, podía notarlo en las duras facciones de su padre durante todo el camino, o en el refuerzo de seguridad para ese viaje. {...}
 
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Odessa · F
de par en par al penas retroceder.

¡CALLA! ¡Nadie ha pedido tu benevolencia! —gritó el hombre al lanzar veloz y fuerte golpe con el hacha en dirección a la Princesa.

Odessa retrocedió rápidamente, alcanzando a esquivar ese primer ataque por meros centímetros, pues sintió el viento cortarse justo frente a su rostro.
Con lo que no contaba, es que justo detrás de ella ya se había lanzado a atacar el segundo hombre con puñal en mano, quizá, retroceder no había sido su más certero movimiento.

¡...Tch! —quiso moverse lo más rápido posible, pero las zapatillas le jugaron en contra, haciéndola perder el equilibrio al resbalarse un tanto en cuanto trato de impulsarse para evadir a un costado; lo único que escuchó a continuación fue un golpe seco, todo había pasado demasiado rápido, lo único que sintió fue la hierba al caer en ésta de lado, sosteniéndose con ambas manos en el piso.
Odessa · F
de costumbre, algo iba mal, y quizás... Sólo quizás...

Todo era parte de una conspiración más allá de una o dos personas, donde quizá incluso las tierras de Reykjavík eran parte de ello.

No obstante, su mente no hiló sospechas con tanta velocidad, por el momento sólo sabía que estaba ante un riesgo inminente, y aunque bien podría defenderse, el protocolo y costumbres de su Reino y raza, dictaban el dejar la violencia como último recurso; aunado el hecho de estar en un Reino ajeno, y en tal visita donde su futuro estaba firmado.
Aún así dio señales de hablar en serio en cuanto a su benevolencia, pues el fulgor en sus ojos aumentó, era esa su seña particular, la muestra innegable de la divinidad que corría por sus venas como hija de Aldhar.

Y a pesar de eso por fin uno de los hombres salió del anonimato con estridente grito, llevando en alto un hacha que pretendía utilizar en contra de la Princesa, quien apenas reaccionó incrédula, abriendo los ojos{...}
Odessa · F
una visita amistosa. Para ese punto toda cavilación se desprendió de su cuerpo ¿quién sería tan osado como para buscar hacerle daño o peor aún, robar la joya sagrada de su natal Reino? <al menos a esas deducciones había llegado ipso facto>

— Seré benevolente y permitiré que vuelvas en tus pasos si no eres capaz de dar la cara, Nashdag perdonará tu cobardía. —la fragilidad de su cuerpo no se reflejaba en el peso de sus palabras, el rocío de honor con el cual yacían impregnadas y el tono autoritario de un regente; y aún así, condescendiente, pues tersas eran las notas en su voz.

Por otro lado, el banquete se desarrollaba con fluidez, su padre daba por hecho que Odessa estaría en buenas manos, pues su prometido jamás había vuelto al salón por la capa de la Princesa como ella le había pedido momentos antes; para Odessa no pasó desapercibido el hecho de que su prometido no la buscase, y mucha más, que siquiera Erundur le hubiera seguido como {...}
Odessa · F
por segunda vez, ladeando ligeramente el rostro a su derecha, de donde provenía el sonido con mayor intensidad, anunciándose una presencia de tamaño considerable. Sus manos, que antes gozaban de soltura, ésta vez buscaron actividad, siendo la zurda quien fue a sostener la joya preciosa y sagrada que en su pecho reposaba, mientras la diestra se empuñaba ligeramente al costado de su cadera. Ahí, dio un breve pero profundo trago de aire por los labios, liberándolo en una exhalación antes de hablar.— No hay razones para ocultarse si ésto se trata de un encuentro amistoso, de no ser así... Asumiré que es todo lo contrario.



No hubo respuesta alguna, salvo risillas maliciosas aún en la oscuridad, ocultos entre la vegetación.
Para la Princesa de Nashdag aquello fue suficiente para caer en cuenta del riesgo ante el cual estaba, no podría tratarse de {...}
Odessa · F
Y por ello es que volvió en sus pasos, resaltando de entre toda esa vegetación ante el claro de sus cabellos, distintivo de su raza, único e inigualable, pues cada hebra parecía tejida en hilos de plata, irreal en semejante suavidad y refulgencia. Aunado el precioso vestido diseñado especialmente para ese día.

Asumió que su angustia era por la situación, por tener que volver y aceptar que su destino estaba sellado, y que ese lugar sería su hogar en próximas fechas <no le disgustaba, aún fuera tan distinto a Nashdag, pero... El Príncipe era otro asunto. El joven parecía poco gentil, y siquiera parecía emocionado por Ella, sino por el título venidero que otorgaría tal unión.>

De pronto de entre los árboles una serie de ruidos ajenos a la naturaleza se dejaron escuchar, dándole a Odessa la advertencia clara de que no estaba sola, no más, pero... ¿Era esa una compañía grata u hostil? Afiló los ojos, entrecerrando los parpados al detenerse{...}
Odessa · F
Miró al cielo, como si buscase ahí la respuesta a sus cavilaciones, todo, absolutamente todo parecía tornarse más sombrío de un momento a otro, llamando a sus presentimientos enseguida con una leve sensación de vacío en el pecho.
Los sentidos de la Aldhar eran agudos, y casi podía sentir en el aire un "algo" que iba hacía ella, sintiéndose como una presa.

El frío era intenso y ya su piel se notaba afectada por ello, desde sus hombros ligeramente enrojecidos, hasta su nariz en la misma condición, sin dejar de lado el leve pero constante tiritar que ya era imposible de evitar, y que no sólo se debía al helado viento, sino a la aguda sensación de incertidumbre que acrecentaba a cada segundo.

No se puede escapar del destino después de todo. —mencionó para si misma en la intimidad que le ofrecía su aparente soledad, resignada y con una sonrisa poco grata, más herida que candorosa.
Odessa · F
Los árboles soltaban murmullos de advertencia, como si buscasen persuadir a la oriunda de Nashdag el seguir más adentro, como si todo el recinto natural lamentara el destino al que por pie propio se entregaba; pero grande era su curiosidad por tal lugar y mucho más su necesidad de mantenerse alejada de quien sería su futuro Esposo, por ello, siguió su camino entre la fría y húmeda hierba, las zapatillas le complicaban tal labor, sí, pero ni eso la detendría.

Pronto el sendero se bifurcó y ahí, se detuvo en seco ¿Qué tan prudente era seguir más allá? Quizá no sabría regresar, tal vez debería permanecer en ese perímetro y no sobrepasar el linde que parecía dar fin al jardín; pensó.
Exhaló y pasó saliva con duda, sus ojos, esos de intenso rojizo se tornaron abrumados por tal duda, y sólo por esos breves segundos vaciló, dando un paso atrás que fue secundado por un respingo, pues los cielos parecían partirse con tan estridentes y repentinos relámpagos.
AsarrRhage · M
#7D4C4C
[https://www.youtube.com/watch?v=AUFDsMe1asA]


Cayó sentado de golpe sobre el gris suelo arenáceo, agachando la cabeza, pasmado por lo que acababa de oír. Él lo sabía, podía leer los secretos de los corazones más allá de la niebla de las palabras; sabía bien que se trataba de ella. La mujer cuya belleza beata era como el alba en primavera… Una mujer que nunca habría imaginado que llegaría a ser tan hermosa, ni sus pensamientos más secretos la habrían concebido…

[med]
No podía permitirlo
[/med]

Escasos fueron los entretejes de su mente, poco rodeo le dio al asunto; su instinto lo decía todo. El deseo de su corazón guiaba a su razón.

Fiereza y furor abarcaban su mirar, como la cruel pasión advertían sus manos férreamente empuñadas. Alzó el rostro, con un gesto tan bravío que estridentes relámpagos estremecieron los cielos como si se enardecieran en su honor.
AsarrRhage · M
—¿Tienes la certeza de tus palabras? Si fallamos, sabes bien lo que le ocurrirá a nuestras cabezas. Y no hablo sólo del Rey…— Conminó, observándose ambos con una cómplice fijación, de mirada escrupulosa. Asintiéndose y empuñando los dos aceros que portaban como armas, tratándose de un hacha y un puñal. Tomando como Norte, aquél jardín que se hallaba en las proximidades del alcázar.

[med]—La niña es nuestra.—[/med]


Prestos fueron los oídos de aquél lozano Asgardiano, inclinado y oculto tras una tapia formada de un gualdo pero tostado heno para alimentar a los caballos, quien escuchó con atención los últimos fragmentos de aquella conchabanza.

(...)
AsarrRhage · M
Mientras caminaba en los aledaños, en búsqueda de privacidad, poco a poco se distanció del bullicio, hallándose en soledad —aparente—. Empero, en una calleja, sus oídos escucharon el susurro de dos hombres quienes parecían tener una acalorada discusión:

—Debemos hacerlo ya. Está sola, sin el hombre que custodia sus pasos.— Dijo uno de ellos, refiriéndose a la hija del Rey Arthrios y al leal caballero Erundur, con una codiciosa expresión en los visos de su rostro. Aquél era el más alto y de cabellos oscuros; toscas eran sus facciones y corta y desaliñada era su barba, Aunque a quien se dirigía, no estaba menos asombrado, pero más pesaba en su corazón la avaricia y la ruindad.

—¡Baja la voz!— Le reprendió, abofeteándole con fuerza pese a ser de menor estatura; aunque mayor era su complexión, tanto como su poblado mentón barbudo. Observando nerviosamente a sus costados. Sin hallar a nadie que les oyese; o eso creían. (...)

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