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▫ Frío... Era lo único que podía sentir desde que habían partido hacía Reykjavík; no era una visita casual o al azar, era el acuerdo implícito para unificar ambos territorios en un futuro.
Nashdag y Reikiavik juntos por vez primera, asegurando la paz y conveniencia de ambos poderes. Después de todo, el deber divino de Nashdag era unificar cada raza existente.
Aún así tenía una mala sensación; la visita aunque era amistosa, se sentía tensa y a momentos obligada, podía notarlo en las duras facciones de su padre durante todo el camino, o en el refuerzo de seguridad para ese viaje. {...}
 
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Odessa · F
Los árboles soltaban murmullos de advertencia, como si buscasen persuadir a la oriunda de Nashdag el seguir más adentro, como si todo el recinto natural lamentara el destino al que por pie propio se entregaba; pero grande era su curiosidad por tal lugar y mucho más su necesidad de mantenerse alejada de quien sería su futuro Esposo, por ello, siguió su camino entre la fría y húmeda hierba, las zapatillas le complicaban tal labor, sí, pero ni eso la detendría.

Pronto el sendero se bifurcó y ahí, se detuvo en seco ¿Qué tan prudente era seguir más allá? Quizá no sabría regresar, tal vez debería permanecer en ese perímetro y no sobrepasar el linde que parecía dar fin al jardín; pensó.
Exhaló y pasó saliva con duda, sus ojos, esos de intenso rojizo se tornaron abrumados por tal duda, y sólo por esos breves segundos vaciló, dando un paso atrás que fue secundado por un respingo, pues los cielos parecían partirse con tan estridentes y repentinos relámpagos.
 
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