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▫ Nada se compara a la felicidad que me da el tenerte cerca, el poder estrecharte entre mis brazos y saber que nunca más volveremos a estar separados... ¿Crees qué exista un límite para el amor que siento por ti? Porqué a veces simplemente siento que no cabe en mi pecho.
 
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Odessa · F
se corría la voz con incalculable rapidez ante la llegada de aquel conocido como: Razador. Nadie sabía sobre el vínculo que ella sostenía con él desde tiempos lejanos, nadie salvo Erundur, pero él no estaba más, había muerto poco después que ella; había sido él su salvador, a quien le debía el mantener su cuerpo inerte a salvo, y sobre todo, la joya con su poder dentro de ésta.

Por fortuna el jardín real les brindaba privacidad, pero aún así la inquietud de su gente era tal que en más de una ocasión echaron un vistazo desde la distancia, incrédulos de lo que sus ojos veían, pues la confianza que compartían era tan inusual como inaudita.

Ya habría tiempo y momento para explicar, en especial al consejo, todo lo que estaba sucediendo, y sucedería eventualmente. Todo había dado un giro sin retorno con su reencuentro; incluso Nashdag viviría en carne propia aquel destino.
Odessa · F
más tenue y sutil al emitir aquellas palabras nacidas desde lo más recóndito de su pecho. Dolía recordar, dolía revivir el calor yéndose de su cuerpo y la sangre cubriendo sus amadas tierras sin poder hacer nada por ellos, su gente, su familia.— Les fallé... Y aún así el destino te trae de vuelta ante mi, aún así la vida nos ha dado otra oportunidad y las únicas que han sido testigo de ello, son éste par de joyas.—para ese punto sus labios tiritaron, víctima del momento, de la sinceridad impresa en cada vocablo emitido por ambas partes. Lo amaba tanto, y juraba a los Dioses que un amor como ese era incluso mayor al que ellos podrían permitir.
Se sentía tan segura en sus brazos, que pronto, tras relamer sus labios, recuperó el sosiego y con ello vino una mirada más curiosa al caer en cuenta de algo más.—Dijiste que la recuperaste ¿cómo fue qué la perdiste? —cuestionó con serenidad, deseosa de conocer esa historia.

Por otro lado en el Reino{...}
Odessa · F
para ir hacía la joya, apenas rozándola con las yemas de sus dedos, detallando su forma hasta descansar sus dedos sobre el pecho ajeno y volver su mirada al frente, en tanto la joya brillaba con mayor intensidad al estar en su lugar de origen y en presencia de quien fuera su dueña.— Ésta joya es como la llave de Nashdag, el resultado de mi propia existencia, y es sólo tuya. —declaró al adelantar su rostro y volver a besar los labios de su tan amado Asgardiano, breve y suavemente.— Siempre conservé la que me diste también, aún cuando no estabas más... Te llevé conmigo en ésta joya.—sujetó su propia joya con la otra mano, estrechándola con cariño y un sin fin de significados más.— Cuando vi la muerte... Cuando Nashdag cayó y mi cuerpo fue perdiendo la vida, siempre te tuve presente, imaginando que tal vez te encontraría en otra vida, en otro tiempo... No importaba más el habitar en un mundo donde no estabas. —su voz se volvió{...}
Odessa · F
su hogar.
Y volver a él.


De pronto su sonrisa menguó ante la expectativa que gradualmente fue reemplazada por súbita y genuina sorpresa al seguir con su mirada el trayecto que él le indicó, hasta parar en su pecho y hallar la joya. Sus ojos no podían expresar más que asombro, júbilo y un inmenso cúmulo de emociones extendiéndose también en el delicado lienzo de su rostro, incluso abrió sus labios incapaz de emitir palabra alguna de primer momento hasta recuperar el aliento y sonreír nuevamente, ésta vez con tanta amplitud que un par de hoyuelos se formaron en sus mejillas.— La conservas aún. —musitó; era tal cual la recordaba, una joya tan pulcra y preciosa. De cristales blancos y tan brillantes que parecía guardar en su interior el alma de una estrella titilante; no obstante, lo que alojaba era el mismo llanto de los Dioses. Sintió nostalgia de sólo verla, emoción y alegría; por ello su mano descendió, abandonando la mejilla del rubio {...}
Odessa · F
que despejarían la incógnita que agobiaba su pecho y pensamiento desde hacía tanto; buscándolo en la oscuridad de sus recuerdos cuando lo supo muerto, cuando renegó de su destino hasta aceptarlo sin fuerza para luchar contra ello. Había sido como una flor marchita que soltaba sus pétalos, uno a uno hasta no tener nada más que ofrecer.
Ante ello su mirada se vio inundada de sensibilidad, tornándose sus cejas ligeramente fruncidas al dedicar aún lentas y suaves caricias a la mejilla ajena mientras él le hablaba; y aún sabiendo ahora que él había aceptado su destino tal cual había sido, no podía evitar sentir pesar por su muerte, por el paso del tiempo que se había cobrado con su cuerpo de tal manera en aquella vida perdida.
Entonces, sonrió suave y breve al sentirse identificada con él, ella tampoco deseaba más sangre ni días oscuros, no deseaba volver a mancillar sus manos en nombre de la venganza, no cuando la luz por fin había tocado su puerta y le había hecho volver a{...}
Odessa · F
El breve silencio trajo consigo la oportunidad de ver a través de los ojos de aquel Asgardiano por quien su corazón latía, y a quien debía todos y cada uno de sus suspiros desde hacía tanto tiempo. Sintió el tiempo detenerse y llevarla a un punto lejano y distante del pasado: Esa primera vez en que sus miradas se cruzaron, tan inesperada como afortunadamente, ¿qué habría sido de ella en esos tiempos sin la esperanza de volver a verlo? Él había rescatado su alma quebrada y la había resguardado en sus manos bajo una promesa que después de tanto por fin estaban cumpliendo... Aún contra la misma muerte.
Él había cambiado, sus ojos eran aún más férreos y bravíos, pero sabía hallar en ellos el remanso y la calma, el amor y la seguridad que tanto necesitaba y que ahora le embriagaba.
Y en medio de todo aquello, la voz del rubio la hizo volver, tan grave y profunda que no podía evitar sentir la piel erizarse a momentos, mucho más al escuchar esas palabras que siempre anheló y {...}
AsarrRhage · M
—Continuó, con ligeras pausas entre frases. —: Ahora estoy cansado, y harto de sangre. La venganza y la ambición, que alguna vez me guiaron, me han traído desdicha e infelicidad… —Confesó, sin exteriorizar ápice alguno de desaliento o aflicción; se conservaba tan impasible… propio de su indómito carácter. La guerra que había librado contra los Dioses, había raído su cuerpo hasta la vejez, pero nunca a su empecinado espíritu.—: Ahora he vuelto, condenado a la inmortalidad. Pienso cumplir mi promesa, no habrá nada que pueda separarme de ti. Incluso… —De soslayo, observó a su propio pectoral, justo donde relucía aquella espléndida joya invaluable atada como un colgante a su cuello.—: La he recuperado. —Nuevamente fijándose en los ojos bermejos de la soberana, a quién amaba con tanto furor, dedicándole una dócil sonrisa después de sentenciar palabras.
AsarrRhage · M
Su “adormecido” mirar, tan aguzado y profundo, se fijaba en el movimientos de los labios ajenos que le proferían palabras, tan dulces que sólo se permitió escucharle sin interrumpir, mientras jadeaba con ligereza.

Sus férreas manos aún servían de cimiento para sostener a la soberana, tras aquella pregunta “¿Cómo sucedió?”, la prudencia y la mesura se apropiaban de su semblante. Fijóse ahora —después de un fugaz desvió de atención a un costado— en los enternecidos ojos de la fémina, mordiendo tenuemente su propio labio inferior, parpadeando con lentitud, antes de romper aquél mutismo.—: Larga historia. Sólo cumplí con mi destino…—Agregó, con suavidad en la pese voz; pese a la gravedad natural en su entonación.—: Viví una vida plena, rebosante de aventuras y de hazañas heroicas que han tallado mi nombre en la historia… (...)
AsarrRhage · M
Ésta vez, no se hallaba sumido en uno de sus tantos sueños, la beldad y la lindeza del aquél momento, era tan real como siempre lo añoró… tantos atardeceres; crepúsculos que sucumbían hasta rayar el día nuevamente… largos años distanciados, pero esta vez sería diferente… No pensaba ir a ningún lado, ahora se encontraba en casa. El contacto entre los labios se aminoraba, distanciándose escasamente de aquella codiciable boca; esbozando aún, la sonrisa atrayente y asequible tan atípica en su temple. Pues, solo con ella podría sonreír con naturalidad; víctima de un amor puro y genuino que nutría a su ser. «Tanto tiempo y mis sentimientos por ella no han cambiado. El corazón no miente, estoy hechizado por su divinidad.» Díjose, al cavilar en la intimidad de sus pensamientos, permitiendo la delicada junta entre las cúspides de sus narices, en un afectuoso roce que le conmovía. (...)
AsarrRhage · M
El arrojo y la intrepidez formaban parte del carácter de aquél nórdico, quien aún sonreía —simpático y seductor— de gozo por verle de nuevo. Hacía que los codiciosos labios femeniles se moviesen al compás con los suyos; con visos ardientes y entusiastas, que incluso sus lenguas compartían. Su pecho pulsaba, en tenaces latidos que exteriorizaban sus más íntimos anhelos, un extraño hormigueo recorría el formidable cuerpo del Asgardiano, a la vez que las caricias entre las fauces se avivaban. Desde sus ojos celestes, pese a tener sus párpados descansando a media asta —entrecerrados—, podían observar con terneza; el pálido matiz que embellecía el lozano pómulo mujeril, con su rostro ligeramente ladeado al consumar aquella apasionada unión. (...)

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