— ¿Una audiencia dices? Dime, Rey de Sindria ¿Qué es lo qué te hace venir ante mi una vez más? ¿Estás consciente de qué el terreno que pisas es el mismo donde podrías perecer ahora mismo?
Así dirigió sus pasos con rumbo a la salida donde nadie aguardaba, después de todo se había metido allá usando su equipo Djinn de Valefor y planeaba salir usando cualquier otro, poco le importaba su voluntad estaba menguando y tambaleaba sobre su propio dolor, así dandole la espalda a ella se detuvo solo un poco bajo el marco del portón, giró su mirada con una temblorosa sonrisa de medio labio — Hasta pronto...Mi dulce amor — Fue todo antes de optar su equipo Djinn Baal y como un rayo salir de ahí.
— Y lamento decirte que, en mis planes no esta morir y tampoco se te será fácil, me conoces y bien sabes como soy para proteger lo que más me importa. Incluso de alguna forma yo...te protegeré a ti— Estaba tentando a su suerte, por más que se mostrará tan seguro él,estaba a punto de derrumbarse ahí mismo,pero no lo haría y estaba decidido a enfrentar todo lo que viniera, absolutamente todo, ya qué en ese mismo instante supo que,David había ganado y de nuevo por como sí no supiera, él cayó de nuevo en sus planes y juegos.Luego sintió ese peso en su pecho:la oscuridad y supo que era hora de marcharse.
Y fue allí cuando escuchó los susurros de David, quemandole el pabellón auricular de una forma inaguantable, primero su carcajada infernal y luego las palabras llenas de sarcasmo:[— De pie Sinbad,no hemos llegado tan lejos para que doblegues tu preciada voluntad a una mujer que se le facilitó dejarte—]Quería ignorar al ente pero entonces de forma lenta como sí con eso recogiera los trozos de su esencia se colocó de pie sin quitarle la mirada de encima a ella—No eres tú, tu misma,en algún lugar de tus adentros esta mi dulce Odessa—Pudo escuchar las burlas de David en su mente y en medio de su latente dolor aseguró—Sí es esta la guerra, Odessa, Sindria perecerá por sobre mi cadáver—Soltó con fuerza en sus palabras,tal y como era él.
Ahora se preguntaba que hacía de rodillas frente a ella,era una mujer completamente diferente y se sintió naufrago de sus propios sentimientos,permaneció allí en silencio escuchándole pero sin poder levantar su mirada a ella,ni él mismo era consciente del gesto tan devastador que tenía ahora y era tanto que palideció.Algo en sus adentros le brindó un poco de energía para querer moverse y fue su latente orgullo quien revivió para picar al hombre en esa parte que le atormentaba;ella acababa de mencionar a su actual Rey.—¿Lo amas?—Titubeó un poco con esa pregunta,pero mientras esperaba respuesta con el ánimo fragmentado levantó su rostro,enfrentándole con esa mirada, fulminante tan propia de él con el fondo destrozado pero finalmente él,quien renovaba fuerzas del mismo dolor.
Y allí en el suelo el hombre fue por completo destruido,no de manera física pero sí de aquella que dolía más;Sintió esa perforación en el pecho que le estremeció por completo sus cimientos,esos mismos que desde hace ya varias lunas atrás temblaban a punto de quebrarse,manteniéndose endebles por el alcohol y las complacientes compañías,las palabras de Odessa rompieron por completo aquello que Sinbad le entregó en el pasado:Su rebelde corazón.Estrelló su mirada sobre el suelo y aquel frío sepulcral se apoderó de su cuerpo, era la condena que ella acababa de lanzar sobre él y por unos instantes todos esos hermosos recuerdos se quebraron.
para volver en sus pasos, aunque antes de poner un pie en las escaleras se detuvo para mirarle por encima del hombro.— Prepara a tu amada Sindria, porqué la sed de mi pueblo sólo podrá se saciada con la sangre de tu gente... Esto es la guerra, Sinbad. —de sus ojos se desprendió un fulgor intenso, notándose alrededor de si misma una estela de energía que hizo pulular sus albugíneos cabellos al igual que sus ropas, después de todo antes de partir de Sindria había reclamado aquella joya contenedora de su místico poder.
voluntades ¿Honor? ¿Arrepentimiento? Dame algo más que pueda saciar lo que has hecho, dame algo que deje a mi pueblo satisfecho como para no arrancarte la piel en vida.—luego de aquellas palabras el silencio imperó, así como el frío que parecía aumentar considerablemente, tan distinto a la calidez de Sindria — Eres un Rey y lo sabes, lo entiendes... Estoy segura de que viniste aquí con las apuestas bajas a una reconciliación que ya no se trata de ti, ni de mi... Sino de nuestros reinos, sabes perfectamente que es lo que sigue ¿Cierto? —bajó su mano, sólo para empuñarla al frente con nuevo brío y determinación.—Levántate y marchate, no hay nada que rescatar aquí para ti, Rey de Sindria, no hay calabozos que conquistar ni alianzas amistosas, ésta vez el destino no te sonreirá. Lo nuestro es pasado y de mi sólo tienes mi más sincero desprecio, respeta a mi ahora Rey y olvida que alguna vez compartimos los días.— se dio la vuelta...
dando un suspiro al recuperar el aire, alzando su diestra para apuntarle directamente con el índice.—¿Harías lo qué fueras?... Bien, quiero la sangre de cada uno de tus habitantes, quiero ver como lo pierdes todo...—su voz fue mutando, no había atisbo de suavidad ni ese tono dulce que solía utilizar con él, no, ésta vez era insensible e iracundo, dándose la libertad de descender por las escaleras para romper la distancia, para dejarle ver de cerca el intenso fulgor de sus ojos encendidos en coraje.— Quiero verte en el fondo de la más cruel miseria... Quiero que sientas lo que yo sentí.—se detuvo a escasos dos metros de él, notándose su respiración forzada y las cejas tensas— No vengas con algo tan miserable como unas disculpas, no me sirve, ni a mi, ni a mi pueblo... ¿Pretendes menguar el odio de aquellos qué perdieron a sus seres queridos por tu culpa? ¡No seas ingenuo! El mundo no se mueve a costa de buenas ...
considerable y suficiente, partiendo de las escaleras que la mantenían por encima de él, mismas que no bajó, pues permaneció al borde de éstas para mirarle con frialdad. —Hablas con un arrepentimiento casi creíble, Sinbad.—declaró con tono distante, y por un momento hasta vacío. Al menos hasta que lo vio hincarse... Eso era por mucho algo que no esperaba y que enseguida le descolocó al punto de tomarse las sienes por un intempestivo y agudo dolor, un corte superficial a esa parte de si misma que luchaba por mantenerse latente, por no ceder terreno a la oscuridad, tuvo incluso el impulso de ir hacía él, de no permitir que tocara el piso de esa manera... Pero no lo hizo. Contrario a ello se dio un momento de calma en medio de la tempestad emocional que la sumergía y en vez de buenas voluntades, una sonora risotada salió de sus labios inundando el salón en cada recoveco.— ¿Pedir disculpas? ¿Es todo lo qué tienes por ofrecer? —negó con el rostro...
El ambiente era tenso, casi podía sentir el aire cortar sus mejillas, como si todo el reino entero se sumiera en furia, resentimiento y odio; no sólo por ella, sino por cada uno de sus habitantes. Aún así, la albina le atendió, no del todo por el protocolo, pues de seguirlo en ese momento siquiera estarían hablando, era tal vez una jugada en su tablero, uno que iba armado de a poco, muy lentamente, pues la venganza debía ser bien estructurada y elaborada para llevarla al éxito. ¿El primer paso? Verlo, verlo ahí con el orgullo flagelado y el espíritu pendiendo de un hilo, era tal su deleite que no pudo evitar sonreírse para si misma mientras lo escuchaba, mientras observaba esos ojos dorados que en antaño la enamoraron; amor que ahora era odio, sólo odio, uno incentivado y alimentado por Nymeria.
Se levantó de su asiento, dejando caer el largo de su vestido por sus muslos, ostentando valiosas piezas en oro adosadas a sus antebrazos. La distancia entre ambos era...