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Preludio.

▫ Al caer...
Posiblemente entre el yugo y la lealtad, la razón prevalezca intacta en el fondo de la inconsciencia, latente ante el frío que cobija la desdicha de los errores gravados con los nombres de quienes ha amado, inmutable ante la desgracia misma de no tener nada mas que decir en defensa de quienes le llenaron de cicatrices el alma, observando cada fallido intento por mantenerse de pie ante las mentiras que insisten en arrodillarle, posiblemente volverá a lo profundo del abismo... Posiblemente no regrese luego de mucho tiempo, de quebrarse el espíritu y drenar la sang
 
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El olor a venganza la atrajo de nuevo. Su avaricia por corromper almas puras le estaba llamando, y esa alma que tanto había buscado llegó a un punto de quiebre. El alma de Odessa finalmente se había alejado de David. Ahora es que podía actuar. La voz de ella le hizo mostrarse. — ¿Encarar? — agregó en tono suave, casi amable. Así que salió de su invisibilidad. Un vestido blanco ajustado de seda era su vestimenta. Estaba descalza y los rizos pelirrojos le colgaban por los hombros, del mismo tono que sus labios. — Hoy vine a apoyarte, Odessa. Bien podría escupir un «te lo dije» — ladeó el rostro para observarla. Era un rostro que conocía bien, lo había visto por siglos. — Pero hoy... quiero ofrecerte mi apoyo, Odessa. Eres reina de un pueblo que no te quiere, pues trajiste a su ejecutor a saludar. ¿Creíste ciegamente en él? Es una lástima... — Avanzó hasta sentarse sobre el escritorio, al lado de dónde la reina tenía sus documentos (...)
 
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