Una gota de sudor se le escurría por el pómulo, y sus ojos de ceño fruncido tenían un gracioso gesto afilado, observando con disgusto el postre que rasgaba con sus dientes, antes de mirar a Inoue de reojo.
—Oe ¡No podemos comer esto siempre! —renegaba al tiempo que masticaba. Sus cejas tenían un tic, y habían pequeños trozos de pan en los márgenes de sus labios. Pero al verla, tan contenta y divertida comiendo dulce, el animo se le aplacó, e incluso el gesto se le volvió más noble. Un ligero rubor afloró en sus mejillas. Tragó un último bocado, luego se golpeó el pecho para aligerarlo—. Tenemos que comer cosas más saludables.