Krad decía tales cosas con tal naturalidad, que nadie podría dudar de sus palabras; siempre sonaba seguro y firme, como si cada una de sus frases fuera una declaración escrita en piedra. Siguió adelante, abriéndose paso por la maleza con una delicadeza de la que sería difícil creerlo capaz, casi acariciando las plantas y troncos en vez de apartarlos con brusquedad. Y, por supuesto, se aseguraba de que Nixie pudiese avanzar a la par, despejándole el camino con todo cuidado mientras seguía hablándole.
—Podemos encender una fogata y compartir historias. Habrá que buscar algo para comer, también; a menos que te gusten las raciones enlatadas. —Dio un golpecito a su mochila, donde un tintineo metálico confirmó sus palabras: siendo un viajero asiduo, siempre iba bien pertrechado.
