Su reacción fue la misma. Boquiabierta observó las cualidades del joven de cerca, atributos que ella sólo pensó compartía con... No, imposible. Le lanzó la bolsa de pan a los brazos. — Te la regalo. —
Lo mejor de ser turista en ese sitio era la comida. Ya tenía en las manos un enorme pan recién hecho, y había abierto la boca de forma exagerada para abarcar lo más posible con el mordisco. Se quedó a medio camino al ver la cara de espanto de un joven. Oh no, parecía traumatizado. Trotó hacia él para ofrecerle uno de sus panes. — ¡Espera!
¿Podría ser?, ¡Existía la mínima posibilidad! ¿Una habitante de su tierra natal?, no lo sabía. Pero tampoco se quedaría a averiguarlo y por eso empezó a alejarse, trataba de escabullirse.