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¿Que ocurre? ¿Nunca habias visto un elfo?
 
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De sus ojos jamás desvió la mirada, esa tan altanera, como se ha dicho los seres de la naturaleza siempre observan a los humanos. Y no es que él fuese orgulloso (lo es), pero la mirada que le ofreció a la criatura de piel trigueña tampoco fue la más amistosa, no escondió su recelo, su desconfianza; eran de naturalezas incompatibles, porque representaban intereses antagonistas—. Soy consciente de ello, no hay billetera que pueda solventar cualquier daño en tu territorio —tras decir esto él suspiró y otro paso retrocedió para poder acomodarse mejor los finos guantes de cuero que siempre llevaba cuando debía realizar una encomienda fuera de su taller mágico—. Aunque me sorprende, en mi vida pensé encontrarme con uno de tu especie... —lo último sonó hastiado, no precisamente sorprendido, pero no mintió, para él esto no era diferente a encontrar al Minotauro en el laberinto abandonado.
Ntiglot · 61-69, F
Culpar a un extraño de su propia torpeza no es muy adecuado...eres tu quien ha invadido mis tierras con tus compañeros— Respondio sin inmutarse, sonriendo como si solo viese un inferior mas, se sentia como ver a una hormiga asustada porque bloquearon su camino— Si dañas algo de estas tierras tendras que pagar por los daños, es solo una advertencia...
[...] pero también la consciencia de saberse indefenso, en comparación a otros de su calaña. La batalla nunca fue algo a frecuentar, su poder, ese que seguramente ella puede percibir a través de sus ojos inhumanos, solo ha de aplicarse con una extenuante preparación; ahí, en ese instante, no fue mejor que alguien con una mentalidad un poco más metódica.
Eventualmente, su sorpresa se justificó con la inexperiencia: Para un taumaturgo como él, expediciones en tierras virginales son inusuales, sin mencionar que la soledad tampoco era una opción, no obstante, por más preparados que pudiese estar su grupo, jamás contaron con la traicionera naturaleza de la arboleda. Descociendo el destino de sus camaradas, los suyos arribaron en un sereno río, de agua diáfana y rugir sosegador. Aunque descorazonador, el perderse no hubiese implicado una verdadera contrariedad, mas lo que sus ojos celestes divisaron le hicieron perder por completo su compostura. Con pasos torpes retrocedió y en el proceso arrastró parte de su entorno, se colocó a la defensiva ante la desnudez de esa criatura inhumana—. Tú... ¿Tú eres responsable de nuestro extravío? —prepotente como todo humano practicante de la taumaturgia preguntó a lo que él consideró un mediador entre la naturaleza y la humanidad, parásito del mundo. Su reacción fue mezcla del innato temor [...]

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