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El ave de hermes es mi nombre, devore mis propias alas para poder domesticarme
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Off: bien, espero sea de su agraado. Y si tiene alguna duda, no dude en preguntarme :)

On:
Imagina un lugar donde puedes revivir cuantas veces lo desees? Con los cuerpos que desees? Pues eso era posible... Con el pago correcto, el alma de quien deseas revivir, además de magia.

"Había una vez, en un mundo donde los demonios y los ángeles vivían juntos, en la misma tierra, el día fatídico donde el 'rey' Serafín deseó poseer más, como el hijo del sol que era, creía merecer todo el mundo bajo su pie, estrujar a los 'demonios' con sus manos... Y así empezó la guerra, hace más de cien años, una que no cesó aún cuando ya los había conquistado... Una paz tan frágil que cualquier ángel maltrecho podía romper, la sed de poder del líder Seráfico no tenía fin, deseaba poseerlo todo..."

La mirada perdida de la chica estaba puesta en las estrellas, ahí, lejos de sus dos vidas, en una de las muchas islas que rodeaban el país nipón se había refugiado, no había sido una huída, había sido una advertencia, el ángel le había avisado, Joan le buscaba, quería exterminar al sucesor de Brimstone, quería acabar con la "resistencia". El ángel se había precipitado hasta ella, avisandole, haciéndole correr lejos de la abertura... Por un tiempo, llegado el tiempo, volvería a casa y ahi se quedaría, Eretz era su casa, destruido o no, debía enfrentarlo, debía llegar al Iruthar (en lengua Seráfica) y luchar con la alianza creada por los Stelians y las pocas quimeras (demonios) que quedaban.

Se dedicaba a surcar el cielo con los ojos, en busca de algún ángel, alguna estrella inusualmente grande que volara demasiado cerca, la instrucción del Príncipe Bastardo había sido clara. «Sin importar el rango o edad que aparenten... Si no los matas tu, ellos lo harán.» Matar no le agradaba, el sentimiento de desinhibición le irritaba, la cercanía para verles morir no era lo suyo, ella era la resucitadora al final... Una fácilmente localizable; sólo había que ver el cabello que poseía, nadie lo poseía como ella, como una bandera. En su expresión descansaba la seriedad de quien sabe que morirá en cualquier momento y lo sabe... Pero sus sentidos, claros como los de una gacela (cosa que poseía de su vida anterior) no le avisaron del movimiento detrás suyo, los cuchillos de luna creciente descansaban en sus caderas, en las botas, bajo la falda, en los "ligueros" incómodos pero prácticos que había aprendido a usar... Y con todo eso, no pudo escuchar a quien estaba acercándose a ella, porque miraba el cielo nocturno.