Le guiña coqueto asintiendo ante la conversación que estaban teniendo, Adam nuevamente retoma la palabra con serenidad.
— Que estemos hablando, escucharte y que tú me escuches considero que es oro para ambos. Es la primera vez que hablamos de esto y mencioné un pensamiento intrusivo, un miedo que tengo.
Toma las manos de ella apretando estás suave.
— Noriko, al contrario, tu significas todo.
Sus grises se posan en los de ella en silencio, sus labios se entre abren para hablar.
— Quiero que estés en mi vida Noriko, en los momentos buenos y en los momentos malos
— Pero no te pongas romántico ahora, estábamos hablando de otra cosa...
Sin ánimos de hacerle daño, le pisa el pie y sonríe buscando sus ojos. Ahora no podía dejar de pensar en que él estaba pasando por algo duro, y tenía miedo de que ella se fuera. ¿Sería como Adam decía, o simplemente no confiaba tanto en Noriko como pareja? Otra vez estaba en una relación seria, con un chico problemático. De diferente forma, muy diferente.
— No sé qué quieres de mi. Tienes mi apoyo incondicional, y tal vez para ti no sea la gran cosa, pero buscaré que estés mejor.
Alzó sus brazos y los dejó caer, golpeándose las caderas en señal de resignación. ¿Lo entendía? Muy poco. Los hombres le resultaban criaturas complejas, después de todo.
— ¿Qué rayos?
Se dejó abrazar. No objetó nada, tampoco hizo mención de lo confuso de la situación para ella. Simplemente le acarició la espalda, susurrando.
Adam seguía tranquilo negando suave, toma una bocanada de aire para exhalar suave y buscar las palabras.
— Claro que tengo miedo... es normal, es una inseguridad, sin embargo... tu apoyo en realidad me haría sentir más seguro en retomar la terapia.
Es... Esto nunca lo habíamos hablado y me estoy abriendo a ti, solo para que entiendas porque tú novio se siente inseguro pero no significa que no te quiera acompañándome en esto, quiero que lo hagas. Pero por favor entiende que siento culpa y que molesto a mis más cercanos por una situación de la cual no tuve control pero que igual me afecta...
Se hizo a un lado de la puerta yendo a ella para abrazarla.
Cuando terminó de vestirse, Noriko comenzó a alisarse el cabello con las manos, porque estaba bastante despeinada y lo sabía. Miró a Adam, regañandole como a una niña. Odiaba eso, que la traten de esa manera.
— No estoy asumiendo nada, fuiste bastante claro al decir que tienes miedo de que me vaya si haces terapia.
Con su índice señala la puerta.
— Mi ex novio era un descarrilado, a quien traté de ayudar miles de veces y eso fue como estar matandome. No pienso pasar por algo así de nuevo, así que, me vas a dejar pasar.
Cerro sus ojos suspirando para levantarse en calma e ir hacia la puerta y apoyar su espalda en esta, se cruzó de brazos mirando a la platinada, no la dejaría salir hasta que hablarán bien.
— Estás asumiendo palabras que no he dicho... eres mi novia Noriko... ¿Podemos hablar sin que pienses cosas que no son?
La posición del azabache seguía tranquila, paciente y por supuesto, amable, el tema era complicado, era entendible.
— Que sea la última vez que me dices esa palabra, nunca te he tratado así ¿Verdad?
Afirmaba su cariño hacia ella descruzandose apoyando ahora sus palmas en la puerta. Adam era casi del tamaño de la misma, era una comparación que llamaría la atención de cualquiera que lo viera.
Se agacha, tomando la falda del suelo y continúa vistiendose. La voz de la jóven sufrió un leve quiebre, pero lanza una risa sarcástica sin mirarlo tampoco.
— Entonces, soy la chica con la que tienes sexo y sales por ahí, pero no soy la chica que puede darte apoyo en lo que verdaderamente importa porque según tú, me voy a ir. Que te jodan.
— Puedo retomar, al final es salud mental, sin embargo si voy siempre es necesario el apoyo de los demás... No quiero colocarte esa carga
Suspira pesado sin quitar esa mirada de ella. A veces huir de la realidad e inventarse una ilusión era preferible que enfrentar lo que tenía ante sus ojos, eso hacia Adam con sus videosjuegos y estudios de informática, buscaba distraer la mente en vez de afrontar su tristeza.
— Tengo miedo de que si entro en terapia te canses y te vayas.
Comenta ya con un semblante decaído y frustrado, desvía su mirada a otro lado.
— El psiquiatra y el psicólogo son cosas totalmente diferentes, pero suenan similar.
Sin darse cuenta lo está imitando, cruzandose de brazos y la seriedad se hace presente en su rostro. No podía reírse de la situación, estaba consternada por él.
— Necesitas hablar de lo que te pasó, lo que te pasa, todo eso. Él no va a medicarte al menos que realmente lo necesites... ¿Por qué no haces el intento?
