— ¡No fue mi culpa! Perdí el autobús, esta vez es verdad...

Cerró la puerta, sonriendole al profesor sin remordimiento porque no le había mentido, por primera vez. Dejó su bolso en la el suelo junto a la silla, y escogió una guitarra para sentarse luego.

— Sé muy poco, por algo vine contigo. Escucha...

Los dedos sobre las cuerdas se movían con inseguridad, y se reflejaba en el sonido de los acordes. Era pésima, una principiante.