* Le estremeció la abrupta interrupción de su nuevo súbdito, si bien Nitocris reconocía el buen gusto y devoción del ajeno, a veces era tan inquieto y cursi que la ponía nerviosa.

No le dio con el bastón, pero su rostro se notó visiblemente sonrojado ante su acto coqueto. A veces, Nitocris, olvidaba cómo interactuar con un hombre, sobretodo desde la última vez que se enamoró. *

Mi devoto, compañero ¿En qué puede ayudarte está humilde faraona? Además, de ser tu cómodo cojín, claro está.

Se toma la libertad de recostarse y colocar la cabeza sobre uno de sus muslos, así corra el riesgo de ser vilmente golpeado por ese bastón.

Movió sus cejas al unísono como un novato acto de coquetería.

— Mi adorada faraona, mi ama y señora. — Exageró, sí, aunque su devoción era genuina y le divertía salpicarla con esa cursilería cómica.