Había olvidado casi por completo que sus manos, las cuales yacen ocupadas por las telas que aún le ofrecía, estan casi extendidas en su dirección. Sin embargo, no iba a ser por mucho, pues el haber sujetado una de sus manos tan solo dejó que la otra caiga al costado. —¿Mi tierra? —preguntó él, sorprendido quizá, queriendo inmiscuirse en el tópico que bien parece captar el interés del samurai —. Será mas que un honor compartir mi cultura contigo, Nito-san. Pero acabo de llegar, así que —sujetó su mano de la cual sostiene, frotando el dorso contra su piel, asumiendo que se trata de su rostro — ¿Te parece si primero me encargo de mis deberes aquí? Sé que mi ausencia se resintió un poco y debo remediarlo.