La repentina aparición de su mellizo la tomo totalmente desprevenida. se volteo a verle, y ahí estaba efectivamente: era casi como verse a un espejo. Metió la mano dentro de su abrigo, pero los nervios y el impacto de verlo de forma tan repentina causaban que su mano -y todo su cuerpo- temblara de tal forma que apenas había podido sujetar el arma que llevaba escondida, sin llegar a sacarla.
- No me llames así. - El nombre Anna traía consigo solo desgracias y malos recuerdos. Trago saliva, y afianzó el agarre al arma que aun no sacaba. - Y si... si lo hare, debo hacerlo. - Su voz temblorosa la puso en duda, y es que ¿Qué le aseguraba que no fallaría en su propósito como la primera vez?
