Verla dormir le parecía de lo más tierno, parecía un alma en calma. Nadie diría que te puede romper media cara de un solo puñetazo, esperaba que por instinto no se pusiera agresiva, pero no pudo quedarse más a la espera. Estar enamorado lo hacía sentir más estúpido de lo normal, se recostó tras ella con toda la tranquilidad posible para no despertarle... Aún.

La zurda se encargó de acariciar esos suaves muslos, la piel de Nico era tan tersa que parecía una mentira, siguió subiendo hasta que se pudo adueñar de su cadera. La diestra la estaba usando para recargar su cabeza sobre ella.

Se apegó, porque también necesitaba la calidez de su carnoso trasero.