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La miró de soslayo, esa forma suya de apreciar a la adversa. Su gusto imposible, que aunque confesó más de una vez sus verdaderos sentimientos había sido rechazado de maneras humillantes. Le gustaba eso, su propio reto personal.
Cuando la foto se le ofreció no duda en tomarla; inmediato sus ojos se afilan, y recorre cada detalle de la misma para no perder ni un solo rasgo característico de ese rostro latinoamericano.
Ya tenía una misión. Podía despertar.
Por muy contraria a su personalidad habitual, cuando había un trabajo entre manos el Alessandro de costumbre cambiaba. Él mismo se acomodó la corbata, el saco y camisa hasta verse lo más presentable posible, por desgracia algunas arrugas por falta de plancha eran difíciles, o más bien imposibles de disimular.
—¿Ambos deben serlo? —Preguntó sin verla, seguía ceñido en la foto—, sí tiene a la niña podemos negociar su aparición con un secuestro, hay una bodega en la costa casi intransitada. Podemos citarlo allí.
Cuando la foto se le ofreció no duda en tomarla; inmediato sus ojos se afilan, y recorre cada detalle de la misma para no perder ni un solo rasgo característico de ese rostro latinoamericano.
Ya tenía una misión. Podía despertar.
Por muy contraria a su personalidad habitual, cuando había un trabajo entre manos el Alessandro de costumbre cambiaba. Él mismo se acomodó la corbata, el saco y camisa hasta verse lo más presentable posible, por desgracia algunas arrugas por falta de plancha eran difíciles, o más bien imposibles de disimular.
—¿Ambos deben serlo? —Preguntó sin verla, seguía ceñido en la foto—, sí tiene a la niña podemos negociar su aparición con un secuestro, hay una bodega en la costa casi intransitada. Podemos citarlo allí.
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