¿Qué? ¿Pero qué dices? -Un adorable mohín apareció en su rostro.- Casi se me cae porque saliste así, de la nada. -Añadió aunque a modo de susurro para que no la escuchara. Se quedó a la espera de que pudiera concretar aquella llamada, apoyando la mejilla sobre la mano diestra casi tan aburrida por lo lento del día. Cuando terminó la llamada, tomó su teléfono y lo guardó en el bolsillo.-

¡No se diga más! Yo te ayudaré a encontrarlo. ¡Vamos a por él! -Parecía como si una dosis de energía cayera sobre ella, arrastrando la silla hacia atrás para levantarse de golpe.- ¡Hay que interrotarlos y buscar pistas!