Así como la violencia, el rencor, la venganza y todos los tipos de pecado. Poco a poco fue dejando la jarra vacía sobre la barra. Sus pupilas se dilataron, el rojo profundo se contaminó de negro, como si hubiera descubierto un anhelo que trasciende la curiosidad. Cuando perdió los ojos violetas desenvainó su navaja que al instante se abrió, estaba buscando cambiar las pautas del trato, que ya no era un vaso vacío y otro lleno. Sino un filo perfectamente cuidado, pero aún sutilmente a la vista por debajo de la barra, y el néctar que intoxica hasta el alma expuesto como si se tratara de un tesoro.-

Está bien. Tómalo todo.

-Ya no puede negarlo, la desea, desea verla cometer todo lo que dice, hasta el punto en el que no le importa lo profunda que sea su engaño o sus posibles facetas contradictorias. Sólo hay algo que tiene en su mente al ver su rostro, como si a través de ello encontrara su alma.