- De acuerdo, John. -Respondió al mismo tiempo que le observa irse.-
- Matar una persona. -Susurró por último, despreocupada y feliz de continuar junto con aquel azabache aunque de manera alejada.- -Deberé se cuidadosa ..

Debes ser paciente. Tienes mucho por hacer antes de buscarme de nuevo. -Insiste mientras se pone de pie otra vez, luego mira a ambos lados de la calle. En un resoplo comienza a caminar, alejándose poco a poco de la niña.- No te metas en problemas. -Son las palabras con las que se despide.-

- ¿Matar una persona? -Su mirada brilló al instante.- -Lo haré por tí, John. -Sintió esa caricia del pelinegro.- -Pero falta demasiado para crecer. -Soltó un gran suspiro, ideando alguna forma de asesinar para complacer aquel hombre.-

-Frunce el ceño un poco, no parece reaccionar a las palabras que dice. Pero aún así le apoya la mano sobre la cabeza, dando una efímera caricia a su cabello.- No te vas a suicidar, yo apareceré cuando lo intentes y te detendré. -Afirma, como si quisiera darle ese rayo de esperanza. Entonces espera unos segundos, y añade.- O puedes matar a alguien. Tal vez sea incluso un mejor sacrificio. -Se centra en los ojos de la niña, esos que parecerían tan inocentes.- Ahora vete, crece. Búscame. Yo te estaré vigilando en todo momento.

- No podría suicidarme. -Mencionó cerrando sus ojos con levedad, retomando su mirada en el azabache.- John ¿Si sabes que no te tengo miedo? Nunca he sentido temor de ti, porque... -Mordió su labio inferior.- -Te amo... Fuiste lo único bueno que hay en mi vida desde que me ayudaste y jamás regresé a ese sitio. -Mencionó como si fuese el sentimiento del más profundo amor de una hija a su padre. De cualquier forma, el azabache le había salvado de un trágico final y por esa razón Sapphire estaba acostumbrada a esa clase de amenazas o situaciones burdas.- -Tal vez, si nos volvemos a ver, no me suicidaría, serías como la muerte y te saludaré como un víejo amigo.

¿Buscarme? No necesitas un dónde. -Se acercó aún más, hasta que el punzante carmesí pareciera casi despedir el calor de un fuego abrasador, tan ardiente que hiela la piel.- Yo siempre sé dónde estás. Cuando llegue el momento, intenta suicidarte y apareceré. -Afirma, como si fuese un ritual tan fácil.-

- Nunca dije que tú debes enseñarme, aunque ... No es mala idea. -Vió aquel par de mortíferos ojos del azabache con esa genuina inocencia de ella.- - John ¿Donde podré buscarte? ¿De verdad me recordarás?

¿Y por qué debo enseñarte yo? Ni siquiera uso armas desde que me despidieron. -Se inclina un poco, hasta el punto de estar casi en cuclillas. Entonces la mira cara a cara, con los ojos rojos clavados en ella como si a través de la mirada le pudiera punzar el corazón como si se tratase de una daga.- Come bien, haz ejercicio. Crece fuerte, luego puedes buscarme si quieres.

- John, tu me alimentaste por algunos meses, claro a cambio tenía todo tu departamento limpio. Y puedo ser un perfecto lacayo, solo necesito saber matar y usar armas, dudo que sea algo difícil.

Más un lacayo. Pero no necesito lacayos tan pequeños. -Sigue siendo escéptico de sus capacidades, desde luego lo deja claro con el tono despectivo de su voz.- Además, si vives conmigo necesitaría alimentarte. Deberías quedarte con tu familia hasta poder cuidarte sola.