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Visualizó por un instante la escena: Hög acorralando a la inofensiva e inocente oveja entre el plato y sus manos, para morderle con la fiereza de una bestia hasta dejar al animal en no más que huesos. Esa clase de películas mentales eran las que luego le arrancaban el sueño por las noches, a pesar de que su ciclo de descanso ya venía alterado desde hace muchos años.


— Me...encargaré personalmente de que no sirvan ovejas vivas. — Se le podía leer en el rostro la sensación de revuelto en el estómago. Tantas veces que su padre trató de acostumbrarla a ver sangre derramada en batalla, solo acrecentaron ese lado frágil que se esforzaba por esconder. Por ahora, no deseaba añadir a la lista ‘ver una oveja ser devorada frente a sus narices’.

— De acuerdo. Entonces nos veremos al pie de las escaleras principales, recién caiga la noche. Si esa ropa no es cómoda para ti, mandaré a las mucamas con otro tipo de prendas. Sé que se darán un deleite visual. — Apremió, con una sonrisa que vacila entre la travesura y un intento de fugaz seriedad. — Hasta entonces, Hög. Me retiro para que puedas seguir descansando. —