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— Vaya, logras hacerme ver como la persona más cruel del mundo. — Una sonrisa mediana se asomó en el rostro de Kassia. Que él mostrase esa actitud desafiante apaciguó los temores de la arcadiana; en resumen, estaba en perfectas condiciones.

— Nunca podré darle remedio a la decisión de antes, me temo. Pero lo que sí puedo hacer de ahora en más, es tratarte con el respeto que demuestro a mi gente. — Entonces, con la postura recta y elegante, tomó asiento en la orilla de la cama, a una distancia donde no le resultara incómodo tenerla. Su madre solía hacer lo mismo cuando se acercaba a conversar con Nerea y ella en momentos ‘difíciles’ —como discutir entre ellas o provocarle un disgusto a su padre—. Se mordió ligeramente el labio inferior. Se sentía en terreno peligroso, donde un movimiento mal interpretado podría terminar en fuego. Al mismo tiempo, algo la obligaba a quedarse allí.

— He ordenado a todos los guardias del reino que no interfieran con tu estancia. No volverás a estar bajo esas cadenas, lo prometo. Si alguien intenta apresarte, tendrán que apresarme a mí primero. — No buscaba que sus palabras y promesas menguaran lo sucedido, pero sí quiso dejarle en claro que gozaría de libertad en el reino.

— Así que... un dragón. — Se atrevió a mirarlo a los ojos. — ¿Qué edad tienes? —