[...] alguien más, por eso se arrepentía terriblemente de lo que acababa de decir y ahora, la tenía sujeta.
Había dejado ir a muchas personas en su vida... Pero a Jingu no quería dejarla ir, se rehusaba a hacerlo. La carcajada que soltó la más alta le devolvió a la realidad y ante la cercanía su rostro enrojeció, se hizo ligeramente hacia atrás en busca de recuperar un poquito la distancia o si no, sentiría que iba a morir de verguenza, aunque la gota que hizo estallar sus nervios fue claramente escuchar algo como eso por parte de su contraria.

—J-Jingu... C-Calla... Qué vergüenza.— Acto seguido se llevó la mano libre al rostro, palmeando se las mejillas en un intento de bajar el sonrojo. De alguna forma Jingu habia adivinado lo que por su cabeza rondaba y había dado justo con las palabras que necesitaba oír en ese momento.