— Entonces estás de suerte, porque no suelo presumir muy a menudo. — agregó con el ego en las nubes, aunque se sentía bien el poder alardear un rato. Muchas veces tenía que limitarse a solo comentarios sarcásticos cuando se encontraba con el rey de Camelot. — Quizás debería darte algún regalo con mi magia. —

Me leíste la mente. — Resulta difícil no reír, quizá estaba siendo demasiado sincera. Pero él le generaba respeto, pese a lo extraño que parecía. — Una vez me crucé con una chica que parecía magia, pero ahora que te veo, creo que no lo era. Tu eres de los pocos que la presumen, por cierto.

— Hahaha... ¿Acaso pensabas que era una clase de vagabundo deambulando? — Cuestionó sin perder su buen humor, al tiempo que inclinó su cabeza a su izquierda en un gesto curioso. — Yo mismo, soy magia. —

Magia. — Responde, bajando la voz. ¿Eso existía? Ir con la corriente podía ser lo mejor. — My, my... eres un hechicero. Ahora entiendo el look, y el misterio.

Alzó los hombros haciéndose el desentendido y desviando su mirada para evitar un contacto visual directo. — Magia, tal vez... — Respondió con una pícara sonrisa. Le gustaba hacer travesuras, aun cuando estas fuesen muy simples.

Ah, lo admites. No es malo hacer preguntas, solo-... —Entre sus manos, la corona había cambiado. Perfecta, se ajustaba a su cabeza como siempre debió ser. Pero Nana le señala a él, de pies a cabeza. Bastante tranquila, disimulando su asombro lo mejor que pudo.— Seré la de las preguntas ahora. ¿Qué fue eso? Fue... bueno, gracias pero, ¿cómo?

— Hahaha... es que el que no sabe, debe preguntar. Y me gusta enterarme sin falla alguna. — Comentó divertido. Golpeó con su bastón el suelo y ayudó a la joven con el asunto de la corona, reduciendo su tamaño hasta que quedara a su medida. — Apuesto a que no eres la única que se hace esa idea.—

— Te dicen, el hombre de las mil preguntas. — Asiente, y se acomoda la corona. Casi se cae. — Seguro nadie te dice así, pero yo si.

— ¿A no? ¿Entonces como me dicen? — Cuestionó algo intrigado por dicho comentario.

— No te dicen así. — Respondió con cierta acusación en su tono, pero le observa con media sonrisa. — Los súbditos pueden ser algo torpes.