NaerysDragonhelm

—Naerys Dragonhelm —el nombre, dicho en los labios de la reina, resonó por el salón como un eco fatídico debido a la entonación que Dolunay utilizó. Todos en el basto continente conocían las habladurías sobre Naerys y el diabólico Emperador; los bardos incluso narraban en cánticos las historias de sangre y lujuria que ellos vivían... Aunque cambiaban los nombres y algunos detalles por "protección"—. Esmeray te recibe con los brazos abiertos —mentira, los guardias tenían la orden de atacar sin piedad si ella hacía un movimiento en falso y los ciudadanos miraban a otro lado o escupían al suelo con disimulo cuando veían a la otra reina pasar; pero así era la política, un saco de triquiñuelas bien tejido—. ¿A qué debemos el honor? Debió ser un largo viaje hasta aquí, hablemos pronto para que pueda ofrecerte un lugar de reposo.

Desde la conocida Silla de reyes Dolunay observaba a la recién llegada. Su trono se elevaba varios peldaños arriba al fondo del salón, mismo que gozaba de pilares exquisitamente tallados con mármol grisáceo y de un suelo de piedra lisa duro e impecablemente limpio. Una alfombra azul rey con esquinas bordadas en oro se encontraba a lo largo del lugar, apuntando de la entrada al trono como un camino elegante y único. Cuadros de reyes del pasado se alzaban en las paredes y observaban siempre al frente, cual si juzgaran a los invitados, ¿o tal vez al mismo rey?

El sonido de las armaduras acomodándose recordaba en todo momento al séquito de guardias que custodiaban desde las puertas hasta el trono, todos a los lados de la alfombra cual paredes de un pasillo. Y la reina, Dolunay, se veía imponente pese a su corta edad, pues poseía el porte de su padre y la mirada severa de su madre.

Todo un espectáculo armado especialmente para aquella a la que consideraban una rival.