El impacto roso su mejilla tal vez porque se había dado cuenta dada la agudeza de sus oídos y las constantes expediciones que ponían en riesgo su vida quien sabe desde cuando. Se giro el como y el porque carecían de sentido, entregarse también le ponía precio al cuello directo en la guillotina y escapar...

Se detuvo en seco. No, esos no se parecían en nada a sus guardias, olían a animal, a feromonas como perros hambrientos tras una presa. — Quédate detrás. — Lo supo de inmediato, habían usado pociones para cambiar la forma pero el olor, ese nunca se iba sin importar que tan buena era la alquimia. Por supuesto, que la raza de los elfos (mujeres en su mayoría) eran un tesoro para los depravados clérigos de otras especies.