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SadaAbe · 22-25, F
[i] Sí: "pretendía". O pretendió unos segundos en que sólo lo dejó o responder, o acariciarla, o lo que él deseara. Le concedería moderado permiso de poco a poco.
— Una vez... Soñé algo contigo. —
Ella entonces sobaría su mejilla con la ajena, y así en ese constante contacto se acercaría a besarle la barbilla, dejando impreso el suave sello coral de sus labios.
— En el sueño comenzabas por aquí... —
Entonces, en el mejor lenguaje para momentos así, buscó con sus ojos rasgados la mirada de Nicola, y le hizo ver cómo se señalaba a sí misma. Su cuello, más específicamente. Acto seguido y sin perderlo de vista, conservando cierto gesto entre dulce y a la vez encantador por cómo sus cejas se arquean en sus inicios, mostrándose entre insegura e inocente. Pero con voluntad; eso lo expresaba su sonrisa.
Al momento, se retiró el cabello del cuello y lo expuso poco a poco a los labios del francés, expectante y sí, de nuevo: nerviosa.
— Una vez... Soñé algo contigo. —
Ella entonces sobaría su mejilla con la ajena, y así en ese constante contacto se acercaría a besarle la barbilla, dejando impreso el suave sello coral de sus labios.
— En el sueño comenzabas por aquí... —
Entonces, en el mejor lenguaje para momentos así, buscó con sus ojos rasgados la mirada de Nicola, y le hizo ver cómo se señalaba a sí misma. Su cuello, más específicamente. Acto seguido y sin perderlo de vista, conservando cierto gesto entre dulce y a la vez encantador por cómo sus cejas se arquean en sus inicios, mostrándose entre insegura e inocente. Pero con voluntad; eso lo expresaba su sonrisa.
Al momento, se retiró el cabello del cuello y lo expuso poco a poco a los labios del francés, expectante y sí, de nuevo: nerviosa.
SadaAbe · 22-25, F
Pues esa era la primera vez que empleaba ese tono con ella. O al menos de una manera que Sada diferenció de otras ocasiones en que flirteaba y ambos terminaban riendo. No, ahora ella sintió la voz de Nico y sobre todo su mirada tensarle el cuerpo hasta sentir que su ombligo cosquillea. Y también la provoca a apretarle un flanco con el muslo, inquieta.
— Nico, esas manos... —
Le reprochó. Pero no como un regaño y tampoco excesivamente provocadora. De hecho se nota risueña, cómoda. Hasta alegre, aunque nerviosa, muy.
Temblaba con el toque del hombre; se estremecía de hecho, y no es para menos. En la memoria de su cuerpo está el toque de un solo par de manos, una sola experiencia, y pensar en repetir aquello con Nico le traía demasiados sentimientos encontrados; un poco de inseguridad, pero también harta curiosidad que pretendía contener.
— Te voy a confesar algo. —
«…»
— Nico, esas manos... —
Le reprochó. Pero no como un regaño y tampoco excesivamente provocadora. De hecho se nota risueña, cómoda. Hasta alegre, aunque nerviosa, muy.
Temblaba con el toque del hombre; se estremecía de hecho, y no es para menos. En la memoria de su cuerpo está el toque de un solo par de manos, una sola experiencia, y pensar en repetir aquello con Nico le traía demasiados sentimientos encontrados; un poco de inseguridad, pero también harta curiosidad que pretendía contener.
— Te voy a confesar algo. —
«…»
SadaAbe · 22-25, F
Una de las formas más efectivas de doblegarla era, precisamente, esa: con caricias en la nuca que sensibilizaran cada poro de la zona, derramando una sensación eléctrica y sedante no sólo por su cabeza sino especialmente por su columna dorsal.
Sin querer, sus manos apretaron los hombros de su amigo, y entrando pronto en consciencia de lo burdo del contacto, Sada suavizó en el toque hasta ser un abrazo que le permitiera unir su sien con el pómulo ajeno. Así escuchaba mejor sus palabras; entendía por intuición y porque algunas las conocía.
Pero más importante le fue entender a través de la entonación de Nico. Y le sorprendió de manera, por menos, singular.
«…»
Sin querer, sus manos apretaron los hombros de su amigo, y entrando pronto en consciencia de lo burdo del contacto, Sada suavizó en el toque hasta ser un abrazo que le permitiera unir su sien con el pómulo ajeno. Así escuchaba mejor sus palabras; entendía por intuición y porque algunas las conocía.
Pero más importante le fue entender a través de la entonación de Nico. Y le sorprendió de manera, por menos, singular.
«…»
NS1577875 · 31-35, M
con mayor ahínco, como si reclamase el mínimo espacio entre ambos al jalarla hacia él y así, apretarla contra su cuerpo en ese espacio tan pequeño que les otorga el banquillo.
Siente un cosquilleo que le recorre por la espalda y pasa saliva como quien se abstiene ante un antojo prohibido, pero poco le sirve, pues se halla contemplándola con ojos ajenos a la ternura, ésta vez hay un hambre que le reclama probar, y por ello es que desciende el rostro tanteando el terreno en el ajeno, rozandole con la nariz la frente, como si tocase una puerta que de abrirse, seguro no querrá cerrar.
Siente un cosquilleo que le recorre por la espalda y pasa saliva como quien se abstiene ante un antojo prohibido, pero poco le sirve, pues se halla contemplándola con ojos ajenos a la ternura, ésta vez hay un hambre que le reclama probar, y por ello es que desciende el rostro tanteando el terreno en el ajeno, rozandole con la nariz la frente, como si tocase una puerta que de abrirse, seguro no querrá cerrar.
NS1577875 · 31-35, M
Hasta llegar a su nuca, hundiendo ahí los dedos, en la excesivamente suave y fina extensión de cabello, delgado y ligero a comparación del propio que casi siempre parecía un desastre— Puedes quedarte aquí cuanto quieras. —y para afirmar, esas mismas manos defendieron, trazando el camino de su columna hasta la zona donde las caderas resaltan. Tener cerca a Sada siempre le producía entre ternura y un instinto de protección basado en su frágil apariencia, menuda y pequeña a comparación suya, claro. Pero ésta vez las manos jugaron un papel distinto al tomar mayor libertad, al adaptarse a la postura en la que estaban— Je te tiendrai jusqu'à ce que tu le veuilles... —el tono varió, de su usual emoción a un tono que se anuncia como un secreto, bajo, sútil y ligeramente rasgado en el acento natural de su idioma natal— Tu es un doux lapin. —se traiciona a su mismo en esa ternura que ya va mutando al hacerse de esas caderas...
NS1577875 · 31-35, M
Se hizo del silencio por segundos antes de responderle, antes de romper la escena con su voz cuando lo que los ojos observan lo dice todo; así fue con sólo observar ese gesto aniñado en ella, actuado, sí, pero lindo y sobre todo, tierno. Tanto así que él mismo curvó las cejas y juntó los labios en una pequeña "o" breve al reír después, consolandola contra si mismo al ubicar las manos en su espalda, masajeandola con toda la amplia extensión de éstas— Hoy tengo todo el resto del día libre, pensé que la sesión demoraría más, así que no tengo plan alguno después de esto. —le informó con el tono suave y calmo, subiendo por la delicadeza de sus hombros en viaje lento...
SadaAbe · 22-25, F
«…» Sí, con cierto afán en sus ojos rasgados y cejas, éstas expresando tenue vulnerabilidad y, a la vez, expectativa.
SadaAbe · 22-25, F
«…» Para Sada el tiempo no pudo pasar más rápido ; aprovechando la disposición ajena para darle asiento, ella se podría quedar allí horas hablando con Nico. Le resultaba difícil quedarse callada o siquiera aburrirse en su compañía; siempre tenían de qué hablar o reírse.
— Estaba esperando que lo dijeras, porque quería quedarme un rato más contigo. ¿No tienes problema? Casi siempre estás tan ocupado.
No era la intención quejarse, pero el cómo sus labios se alzaron en un mohín de berrinche apoyaron un poco la sensación. Entre que sus ojos buscaron, curiosos, esos ojos claros de Nico, los dedos de ambas manos acariciaban el ensortijado cabello de él, a veces dando ligeros jaloncitos.
— Me quedo. ¿Pero vas a querer que me mueva de lugar?
A propósito de la pregunta, dejó inclinar su sien hacia el punto entre pectoral y hombro de Nico, mirándolo desde allí.
«…»
— Estaba esperando que lo dijeras, porque quería quedarme un rato más contigo. ¿No tienes problema? Casi siempre estás tan ocupado.
No era la intención quejarse, pero el cómo sus labios se alzaron en un mohín de berrinche apoyaron un poco la sensación. Entre que sus ojos buscaron, curiosos, esos ojos claros de Nico, los dedos de ambas manos acariciaban el ensortijado cabello de él, a veces dando ligeros jaloncitos.
— Me quedo. ¿Pero vas a querer que me mueva de lugar?
A propósito de la pregunta, dejó inclinar su sien hacia el punto entre pectoral y hombro de Nico, mirándolo desde allí.
«…»
SadaAbe · 22-25, F
— Oh, es la segunda vez que alguien me relaciona con un conejo. Me gusta cómo suena, así en tu idioma.
En definitiva, de toda esa improvisada sesión, la foto que más le gustó fue esa donde, subiéndose de rodillas sobre el pobre banco que aguanta a ambos, lo abrazó hacia su pecho en una toma que parecía evocar la más icónica pintura de Klimt „Der Kuss”; sólo que en este particular caso fue a la inversa, ella inclinada a besar su frente. Fue una postura espontánea pero que encontró linda ya ejecutada en la toma, cuando el fotógrafo les fue mostrando todas en la pantalla de su cámara.
De a poco todos se fueron movilizando ; algunos menos que otros, de acuerdo a los pendientes que deban dejar o no para el siguiente día.
«…»
En definitiva, de toda esa improvisada sesión, la foto que más le gustó fue esa donde, subiéndose de rodillas sobre el pobre banco que aguanta a ambos, lo abrazó hacia su pecho en una toma que parecía evocar la más icónica pintura de Klimt „Der Kuss”; sólo que en este particular caso fue a la inversa, ella inclinada a besar su frente. Fue una postura espontánea pero que encontró linda ya ejecutada en la toma, cuando el fotógrafo les fue mostrando todas en la pantalla de su cámara.
De a poco todos se fueron movilizando ; algunos menos que otros, de acuerdo a los pendientes que deban dejar o no para el siguiente día.
«…»
NS1577875 · 31-35, M
esa que le dió la oportunidad de estrechar su encuentro, de sentir su cuerpo poco más de lo que antes hubiese hecho— Petit lapin. —el fotógrafo terminó, hacia rato atrás había acordado ya las últimas tomas, sería todo por el día de hoy al menos, así que el pequeño equipo de trabajo se alistó para marcharse, con ello él mismo supo del final del día, pero no quería concluirlo de esa manera— Dime qué te quedarás un rato más, ma petite. —y para asegurarse, le apretujó suavemente contra si mismo, usando ésta vez ambas manos, sólo que la zurda se ubicó sobre el muslo de Sada para cargarla poco más.
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