*Le costaba creer que pudiera haber un joven tan apuesto y amable, porque en la mayoría de las ocasiones los chicos siempre prefieren a las jovencitas más hermosas y con cierta chispa femenil, pero ella carece de tal gracia. Miraría del semblante calmado, luego escucharía la invitación, no podía negarse y tampoco sabía afirmar su deseo por acompañarle. Suspiró con pesadez, desvió su mirada y caminó con el amable joven, manteniendo la mirada cabizbaja y sus orbes escondidos detrás del flequillo de su oscura cabellera.*