Eso no me hace buena con todas las armas, pero estoy segura de que ambas aprenderemos de las dos. ‒Aseguró con una sonrisa suave, a la par que empuñaba sus cuchillas con ambas manos, su cuerpo adoptó una pose de pelea, aunque decantándose por el estilo defensivo, al menos en principio.‒ Las galletas suenan más que perfectas, ven, entonces, recuerda mantener tus piernas separadas para el equilibrio, muéstrame lo que puedes hacer, Daenerys.

—¡Pero si eres increíble con las armas! —sonrió con inocencia infantil, levantando el arma negra obsidiana por encima de su cabeza, tal vez ligeramente grande para la proporción de su cuerpo.—Te he visto practicar y utilizar tus cuchillos. Quiero aprender para ser tan buena como tú —ladeó la cabeza, pensativa. —Bueno... pero puedo conseguirte un par de galletas de la receta especial.

No es mi especialidad pero... si te sirve de algo, puedo ayudarte a practicar con ella ¿Te parece bien? ‒Cuestionó mientras su mirada se fijaba en aquella joven, una media sonrisa se dibujó en su rostro y con un gesto corto negó de lado a lado.‒ No es necesario que me lo compenses, si puedo ayudarte, para mi es suficiente.

—Nanna, ¿puedes enseñarme a usar mi naginata? —murmuró una Daenerys más joven y tímida después de que ambas terminaran encontrándose a la mitad del mundo cuando la menor exploraba tierras mágicas en una expedición cultural. —Lo compensaré en otro momento, lo prometo.