[...] No pasó mucho para que el caballero subiera las escaleras del salón, en dirección a su propia habitación, que a diferencia del resto del lugar, era bastante pobre, añejada y olvidada, con pocos muebles, aunque con una cama en medio ubicada sobre una plataforma, con un juego de sábanas limpias de gamas oscuras. Allí fue donde reposó con suavidad el cuerpo de la chica, mediante una mujer de baja estatura, con rasgos finos y joviales, de larga cabellera lila hizo acto de presencia ante la llegada del caballero a la habitación.-
Te estabas tardando, caballero. ¿Qué trabajo tienes para mi? -Musitó la mujer con una voz dulce y apacible mientras observó a una prudente distancia a la niña junto a una enorme sonrisa.- Vigila que no se desestabilice.