[...] Unos largos y tortuosos minutos corriendo bastaron para que llegasen por fin a esa zona de entrenamiento un complejo de ruinas, una ciudad pérdida entre el tiempo, destrozada, añejada pero sobre todo pacífica. Donde se podía notar como los pocos habitantes de los alrededores estaban en armonía, conviviendo sin problema entre las diferentes razas del mundo, casi todos ignorando a los recién llegados, aunque otros a quienes llamaban "los vigilantes" estaban atentos ante cualquier movimiento extraño por parte del grupo puesto que no deseaban ningún conflicto armado por personas que no deberían de estar allí.

Más adelante aguardaba la colosal fortaleza de la Orden Makai, un inmenso edificio que antiguamente fue una iglesia importante, con un campanario, ventanas de mosaico con colores y largas escaleras sobre la entrada, cuya puerta era protegida por los guardianes, armaduras metálicas blancas brillantes con forma humanoide y rostro de lobo sostenían [...]