Jajajaja! - No pudo contener la risa y estalló en carcajadas, algo extraordinariamente extraño en ella. - Un rey?, No me hagas reír por favor pequeño murciélago, incluso si eso fuera cierto, que has echado para merecer mis respetos?. A lo único que te has dedicado es a atormentar a mi gente!. Es absurdo que yo. . . - Se detuvo de golpe, tenía que pensar demasiado lo que estaba a punto de decir, pero como cambiar sus pensamientos teniéndolo a él de frente?. -
Jmmmm! - Infla sus dulces cachetes en forma de rabieta. - Soy una PRIN-CE-SA!, bien dije que NO lo soy, anda a molestar a otra gente!. Calido?, ¿que tiene de cálida tu bienvenida?. Lo único que logras es provocarme una y mil rabietas! (??'
―¡Oh, el gran Mashall Lee no me extraña! No me lastimes así.― Hizo un gesto exagerado de dolor llevando una de sus manos a su pecho fingiendo indignación. Después ríe agitando su diestra en el aire restándole importancia. ―Lo que digas, Marshall, pero sé que una parte de ti no puede vivir sin mí.(?)― Elevó su mentón con orgullo, si él lo fastidiaba él quería hacer lo mismo.(?)
―Para tu terrible infortunio, no, no he desaparecido aún.― Se encoge de hombros. ―Si no fuera por tu orgullo habrías admitido ya que no puedes vivir sin molestarme.(?)―
Eso me pone aún mas nerviosa... si la próxima vez que entres te ataco con mi espada, no preguntes por que. -Fionna guardo la espada dejando de apuntar al vampiro sintiendo aún sus mejillas demasiado rojas, con un ligero movimiento de su cabeza intento cubrir un poco su rostro con el dorado flequillo que salia de su gorro, todo esto para evitar que Marshall le viese de tal forma.- Ammm el trabajo con los príncipes... es... entretenido... -No encontró otra forma de describirlo, debía admitirlo ella tenía mas emociones y aventura cuando Marshall estaba a su lado.- ¿A que se debe tu visita? Oh gran Rey de los Vampiros.
-El susurro cercano a ella le hizo pegar tremendo grito que comenzó a agitar su espada en la oscuridad, sin embargo pudo alcanzar el interruptor de la luz. Al encenderlo observo a Marshall justo al lado de ella y de inmediato sus mejillas se pusieron rojas tanto de vergüenza como de enojo, aunque realmente estaba feliz de verlo.- ¡Tu!... ¿Acaso no tienes ningún código sobre meterte a las casas ajenas?
