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{ Gracias Moona }
 
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R1576514 · M
Escuchar que Minsi jugó con otras personas lo hizo crear una mueca de hastío; la loba seguía siendo la infante presumida que iba por ahí riéndose de la desgracia ajena y contando a su siguiente víctima todo de la anterior. Ya la conocía. No era nuevo. —Qué sorpresa —respondió irónico y condujo la bebida hacia sus propios labios para darle un trago en vista de que la orejuda pareció ignorar esa inusual muestra de amabilidad en él.

—No —Respondió tajante, colocando después la lata en la misma mesa donde Minsi descansaba. —En realidad esperaba que ya hubieses muerto o algo, sin ofender. —Le sonrió y guiñó un ojo después, acortando la distancia que los separaba y poniéndose frente a ella. Nuevamente la veía desde arriba, le estaba gustando eso. —Pero sé que tú a mí sí. El movimiento de tu cola al verme lo confirmó. ¿Debería tomarte como mascota?
Ms1575601 · F
— No fuiste la única criatura a la que le jodí la vida, Rai—. Mira con intriga los detalles de la casa. Era la primera vez que entraba, solía vivir en cuevas o en el bosque mismo, por lo que la expresión dibujada en su rostro refleja sorpresa. Finalmente se detiene frente a él. La sonrisa de antes vuelve a vibrar en sus labios; recordaba con aprecio las tardes en que visitaba a Rai y le llenaba la cabeza de historias tontas que luego él iba a contarle a los demás. Además, visitarlo suponía amenaza, y qué otra cosa resultaba más divertida que huir del pueblo cuando él regresaba acompañado de un séquito enfurecido de adultos que, conforme pasaban las semanas, perdían la credibilidad en Rai.

— Hubo tres cerditos—. levantó tres dedos de la mano izquierda — Little pig, little pig, let me in—. Agarró la mesa del comedor como asiento. Innecesarios eran los modales. — ¿Me extrañaste? —
R1576514 · M
Se mostró deleitado cuando la chica lobo acató sus palabras y entró junto con él a la casa. En la niñez Minsi había sido peligrosa para su infantil mente, pero ahora que él era un adulto y había visto más del mundo que ella, las cartas se habían volteado. Rai cerró la puerta de entrada tras la figura femenina y botó las llaves en la mesa de la cocina que estaba próxima a la entrada; botes de pintura y papel periódico abarcaban la mayoría del espacio en el suelo por la remodelación tras haber heredado ese hogar.

—El lobo feroz —Repitió, alargando la mano para alcanzar una lata de refresco de su encimera— ¿No se supone que eres un mito? Ya no escucho hablar de ti por las calles. Me hiciste ver como un loco, básicamente nunca exististe. —Se encogió de hombros e hizo sonar la lata al abrirla, pero no bebió sino que se la extendió a ella. No tenía ni una jodida idea de si la loba bebía algo más que agua de estanque, fue más una costumbre que otra cosa.
Ms1575601 · F
— Fufufu. Ante mis ojos sigues siendo un mocoso que se creyó cada una de mis palabras y ahora no tiene cómo deshacerse de mí—.

Curva los labios en una sonrisa burlona hasta que escucha la manera en que es llamada. Ahí cambió su expresión por una molesta, incómoda; tensó tanto los labios como el entrecejo.

— Nadie en este pueblo puede conmigo. Le tienen miedo a mi presencia—. Manifiesta al salir del agua y seguirle el paso con aires de alteza.

— Todos le tienen miedo al lobo feroz ¿recuerdas? — Todos menos… él.
R1576514 · M
—Quien se quedó en la niñez eres tú —Le dio la espalda para empezar a andar rumbo a su casa, una pintoresca cabaña que había pertenecido a sus abuelos, a sus padres y ahora a él —Entiende que aquí todos han hecho como si jamás me hubiesen tratado como leproso. Si te ven andando por los alrededores te van a asesinar. Y si alguien va a darte caza, ese quiero ser yo. Te estoy dando la oportunidad de irte, Mini —La llamó por ese mote cariñoso de antaño, aunque esta vez tenía tintes de falsa coquetería al ser pronunciado— Pero si tanto te quieres quedar, lobita, mueve la cola y entra como un can obediente. Hablaremos tras las paredes de mi hogar.
Ms1575601 · F
—Haaaah, eso significa que sigues mintiendo como lo hacías de niño. Aprendiste bien…—Dió un rápido movimiento con las orejas, un fugaz brinco; sus ojos siguieron en todo momento al varón. Ahora le parecía mucho más altanero, aunque estaba basándose en un recuerdo de hace años para hacer la comparación.

—¿Me estás echando? Que cruel. Cuando éramos niños te gustaba mucho que viniera a jugar contigo y tu rebaño. No podrías atraparme ni con tus mejores armas, niño mentiroso.—
R1576514 · M
Chasqueó la lengua cuando la loba terminó su monólogo. Le causaba gracia saberla tan sarcástica como en antaño, aunque ahora lejos de encontrarlo "cool" le parecía casi tierno; una orejuda fingiendo ser ruda.

—Las viejas enseñanzas no se borran rápido —Respondió a la pregunta con sinceridad. Se había ido del pueblo en cuanto ella lo hizo quedar como un loco mentiroso y la ciudad solamente lo había alentado a tomar con más fiereza ese papel. Sus mentiras compulsivas le habían valido un título, mujeres y el sueldo que quería, pero también el aburrimiento propio de quien no para de conseguir lo que quiere. Tal vez por eso dejó todo y volvió al pueblo de mierda que lo había desechado. Conquistar territorios difíciles le daba genuina felicidad.

Le dejó la oreja y se levantó de pronto, viéndola esta vez desde una altura superior. —Entonces sal de mi propiedad pronto. No quisiera darte caza en mi primer día aquí.
Ms1575601 · F
—¿Vergüenza? Es algo que no conozco, o bueno, un poco, pero porque la vi en tu cara cuando eras niño y decías mentiras a todo el mundo. ¿Sigues teniendo la misma maña? —Todo intento por asustar a Moona y otras ovejas del lugar había resultado en un fracaso, por lo que prefirió refrescarse un rato antes de continuar con su ardua labor…

Pero la cereza del pastel fue escuchar el regreso de ese inocente niño al que manipuló años atras. El mundo era muy pequeño desde su perspectiva.

—Te equivocas, no vine por ti.— Lo dejó acariciarle la oreja; un pequeño reproche abandonó sus labios por el tirón.— No te creas tan importante—.
R1576514 · M
—¿No te da vergüenza tumbarte así frente a mi casa? Después de todo lo que me hiciste vienes arrastrandote en cuanto sabes que estoy de vuelta. ¿Debería sentirme halagado? —Se colocó en cuclillas para estar un poco más a la altura femenina y le dejó una senda caricia en el pelaje de la oreja, pasando sus dedos a lo largo de esta. Cuando llegó a la punta, tiró de ella con moderación y negó con la cabeza. Llevaba años sin verla.

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